Mi novia por aquel entonces era una estudiante de Derecho que resultaba ser mi primera relación seria. Estaba enormemente enamorado.
Echando la vista atrás, me sorprende haber sido tan feliz en esa relación. Era tan celosa que corté cualquier tipo de relación con amigas y era tan mentirosa que llegó a inventarse que un amigo suyo estaba en coma para justificar que se le olvidó venir a buscarme al trabajo.
A mi ex (llamémosla María) le gustaba salir de fiesta. Ello explicaba su mal discurrir académico, porque era una persona muy inteligente. Miércoles y jueves se iba de farra hasta la madrugada y tendía a despertarse a las dos o a las tres de la tarde. Le pedía que me mandase un mensaje cuando hubiese llegado para quedarme tranquilo por su seguridad; tenía un historial un tanto extraño de desapariciones curiosas.
Recuerdo muy bien ese día porque asistía a un juicio de menores a Cangas, y para ir lo más rápido y económico es atajar la ría en una lancha, lo que nunca había hecho. Eran las diez de la mañana y recibí el consabido mensaje suyo; pero en vez del “¡Llegué!” me entró un “Me he quedado a dormir en casa de una amiga. Ha pasado algo terrible”.
Obviamente me saltaron las alarmas, así que la llamé repetidamente. Me colgaba una tras otra hasta enviarme otro mensaje: “No soy capaz de hablar de ello. Me han violado”. Literal; dicho mensaje lo tengo grabado en la retina.
Echando la vista atrás, me sorprende haber sido tan feliz en esa relación. Era tan celosa que corté cualquier tipo de relación con amigas y era tan mentirosa que llegó a inventarse que un amigo suyo estaba en coma para justificar que se le olvidó venir a buscarme al trabajo.
A mi ex (llamémosla María) le gustaba salir de fiesta. Ello explicaba su mal discurrir académico, porque era una persona muy inteligente. Miércoles y jueves se iba de farra hasta la madrugada y tendía a despertarse a las dos o a las tres de la tarde. Le pedía que me mandase un mensaje cuando hubiese llegado para quedarme tranquilo por su seguridad; tenía un historial un tanto extraño de desapariciones curiosas.
Recuerdo muy bien ese día porque asistía a un juicio de menores a Cangas, y para ir lo más rápido y económico es atajar la ría en una lancha, lo que nunca había hecho. Eran las diez de la mañana y recibí el consabido mensaje suyo; pero en vez del “¡Llegué!” me entró un “Me he quedado a dormir en casa de una amiga. Ha pasado algo terrible”.
Obviamente me saltaron las alarmas, así que la llamé repetidamente. Me colgaba una tras otra hasta enviarme otro mensaje: “No soy capaz de hablar de ello. Me han violado”. Literal; dicho mensaje lo tengo grabado en la retina.