Hace tres lustros, el dueño de la empresa se vio obligado a preguntar a los programadores qué querían para no irse. Hubo idiotas que pidieron plaza de aparcamiento en un parking cercano, bonos de comida, e incluso gilipolleces como cuota de gimnasio o entradas para cine/conciertos/espectáculos. Yo fui bastante claro: más dinero o menos tiempo de trabajo. Ya me pagaré yo la comida, el gimnasio o el concierto de camela.
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