Las opiniones de Katie Hopkins representan una forma particularmente británica de fascismo.
Similar en algunos aspectos al presidente estadounidense Donald Trump, alcanzó la fama nacional a través de los programas de telerrealidad. Ambos aparecieron en la misma franquicia, The Apprentice, un ejemplo particularmente grosero del género.
Hopkins apareció como concursante en la versión británica del programa. Naturalmente, es partidaria del presidente Trump y de su racismo; Trump, por su parte, le ha devuelto el cumplido. Con su habitual desprecio por la verdad, ha afirmado que ella es una “columnista respetada”.
El tiempo que pasó arrojando basura violentamente antimusulmana para el Sun y el Mail Online duró afortunadamente solo unos pocos años. Es un indicador de lo extrema que es que incluso dos de las publicaciones más racistas de Gran Bretaña la consideraron demasiado.
Su contrato con el Sun terminó en 2015 después del disgusto público por una columna particularmente mala, en la que atacaba a los refugiados e inmigrantes (a menudo musulmanes) que huyen a través del mar Mediterráneo hacia Europa, etiquetándolos de “cucarachas”.
Su lenguaje abiertamente genocida continuó con un tuit en el que pedía una “solución final” para los musulmanes, una invocación del Holocausto nazi contra los judíos, pero en esta ocasión contra los musulmanes. Afortunadamente, esto llevó al final de su programa de radio en LBC, tribuna desde dónde soflmaba odio habitualmente.
Nada de esto es libertad de expresión legítima: es una incitación abierta a la violencia e incluso al genocidio.
*
Las grandes ideas de bombero, los tiros en el pie del pobre y en la cabeza al "impuro" y demás, abundan en esa cabecita mermada.
... y, por supuesto, sionazi (combo completo de mermidades que la podrían hacer presidenta de un par de comunidades autónomas en Es Pana):
www.middleeastmonitor.com/20190622-why-arch-racist-katie-hopkins-loves
Las opiniones de Katie Hopkins representan una forma particularmente británica de fascismo.
Similar en algunos aspectos al presidente estadounidense Donald Trump, alcanzó la fama nacional a través de los programas de telerrealidad. Ambos aparecieron en la misma franquicia, The Apprentice, un ejemplo particularmente grosero del género.
Hopkins apareció como concursante en la versión británica del programa. Naturalmente, es partidaria del presidente Trump y de su racismo; Trump, por su parte, le ha devuelto el cumplido. Con su habitual desprecio por la verdad, ha afirmado que ella es una “columnista respetada”.
El tiempo que pasó arrojando basura violentamente antimusulmana para el Sun y el Mail Online duró afortunadamente solo unos pocos años. Es un indicador de lo extrema que es que incluso dos de las publicaciones más racistas de Gran Bretaña la consideraron demasiado.
Su contrato con el Sun terminó en 2015 después del disgusto público por una columna particularmente mala, en la que atacaba a los refugiados e inmigrantes (a menudo musulmanes) que huyen a través del mar Mediterráneo hacia Europa, etiquetándolos de “cucarachas”.
Su lenguaje abiertamente genocida continuó con un tuit en el que pedía una “solución final” para los musulmanes, una invocación del Holocausto nazi contra los judíos, pero en esta ocasión contra los musulmanes. Afortunadamente, esto llevó al final de su programa de radio en LBC, tribuna desde dónde soflmaba odio habitualmente.
Nada de esto es libertad de expresión legítima: es una incitación abierta a la violencia e incluso al genocidio.
Basura para el basurero.