Derrota y muerte del Emperador Valente en Adrianápolis: una historia muy actual (II)
La dificultad para abastecer a tantos refugiados (gran parte no esperados) resultó un grave problema, que empeoró por otro de los defectos que hacen que esto me recuerde mucho a nuestra Hispania actual: la corrupción de los administradores.
El Gobernador Militar de Tracia (actual Bulgaria y Turquía Europea) era un canalla llamado Lupicinus, que al parecer desvió los recursos dirigidos a los godos (ya de por sí insuficientes, dado el efecto llamada) hacia el Mercado Negro, que él controlaba. Los famélicos godos se vieron obligados a entregar todas sus posesiones, incluso a vender a sus hijos1 a cambio de carne de perro.
Tal maltrato no podía durar mucho; los godos, dirigidos por sus caudillos Fritigerno y Alavivo, amenazaron con denunciar al emperador Valente la situación. Lupicinus fingió inocencia y, autorizado por Valente (al que desinformó sobre las causas de la rebeldía goda) sugirió a los caudillos que se dirigieran a su capital regional, Marcianópolis2.
Dado que Lupicinus tuvo que desviar parte de las tropas fronterizas para escoltar a los godos y evitar incidentes (de tan hambrientos se hubieran comido hasta las piedras miliares) los godos que aún no habían pasado la frontera aprovecharon y cruzaron en masa.3
En Marcianópolis la cosa no mejoró, y Lupicinus (que seguía haciendo de "poli bueno") invitó a una conferencia (en aquellos tiempos léase banquete) a los jefes Tervingios, con la excusa de limar asperezas, pero con intención de asesinarlos y caer luego con sus tropas sobre los godos, a quienes se había prohibido la entrada en la ciudad.
No se sabe muy bien qué pasó, pero la trampa de Lupicinus salió mal.4 Se cree que Alavivo (del que no se sabe nada posterior) fue asesinado, pero Fritigerno y muchos notables godos escaparon, uniéndose a los suyos, que acampaban en los alrededores de Marcianópolis.
Lupicinus reunió sus tropas y atacó a los godos. Sorprendentemente5 fue derrotado, y ahí se pierde su historia.
Los godos se retiraron e intentaron asediar Adrianópolis.6 Ante su fracaso, se entregaron al pillaje y a hacer acopio de grano. Dada la gravedad de la situación, el propio Valente se hizo cargo del ejército, firmó una paz con los persas en condiciones poco favorables para Roma, y pidió ayuda a su sobrino Graciano (verdadero mandamás de Occidente).7
Graciano contestó que acudiría en su apoyo, pero antes tuvo que enfrentarse a otras tribus germánicas, los lentienses y alamani. Mientras tanto, Valente -informado de que las partidas godas se acercaban a Adrianápolis- salió con sus tropas y les tendió una emboscada, sin resultado concluyente. Fritigerno se retiró hacia el Norte, a Cabyle, mientras los romanos permanecían al Sur de Adrianápolis.
Ambos ejércitos esperaron semanas: Valente aguardaba la ayuda de Graciano, que no llegaba. Los godos, que temían una derrota, mandaron hasta tres embajadas de paz,8 que Valente rechazó.
A principios de Agosto, Graciano anunció, en una carta, sus heroicas victorias sobre los germanos en Occidente y su marcha hacia Oriente. Esto sentó mal entre los generales de Valente, que temieron que, tras la demora, Graciano llegase y se hiciese con los honores del triunfo.9
El 9 de Agosto de 378 Valente partió de Adrianápolis con su ejército (las fuentes actuales hablan de 25000 a 35000 hombres) para marchar hacia el campamento godo, donde Fritigerno disponía de unos 30000 a 40000 hombres, pero gran parte de su caballería estaba fuera buscando forraje.
Los godos habían acampado en una colina, con una disposición defensiva circular rodeada de carros (VER IMAGEN). Los romanos llegaron allí agotados y deshidratados, tras 12 Km de marcha por terreno difícil, con un calor abrasador. Es más, para dar lugar a que llegara su caballería, Fritigerno incendió los campos con haces de leña impregnados en aceite, lo que dificultó el despliegue romano y aumentó su tortura. Como sus fuerzas no eran suficientes, los godos intentaron una última negociación, proponiendo un intercambio de rehenes.
En esas estaban, cuando parte de las tropas romanas -creyendo que los godos eran presa fácil- entablaron batalla, para ser rechazados. La caballería goda, que acababa de llegar y estaba fresca, atacó y puso en fuga, primero al ala derecha y luego al ala izquierda de la caballería romana. La infantería romana, con los flancos desprotegidos, fue atacada por caballería e infantería, y masacrada.10
Además de las consecuencias inmediatas del arte de la guerra, quiero llamar la atención sobre las enseñanzas de la Historia Antigua para la España actual: la asimilación sin control de extraños a nuestra cultura, mas la desunión, la prepotencia y egoísmo de nuestros dirigentes, pueden causar nuestra ruina.