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Alvise gana la batalla cultural a Irene Montero: a propósito de un cúmulo de despropósitos

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Pablo Iglesias suele repetir machaconamente en su programa La Base que para derrotar a la derecha y la ultraderecha es imprescindible la "batalla cultural". Según él, este gobierno ha subido el SMI, mejorado las condiciones laborales...pero esto no ha tenido reflejo en las urnas, lo cual evidencia que mejorar la vida de los ciudadanos no es la clave para ganar, sino que la solución está en convencerles de que los valores de la izquierda son mejores que los de la derecha, entusiasmarles y llevarles a amarlos con todas sus fuerzas implicándoles con ello desde una perspectiva emocional en su defensa. Sólo la inmensa ola de ilusión fruto de tal compromiso ideológico puede derrotar a la derecha. Pues bien, su perspectiva es doblemente errónea.

En primer lugar, Iglesias no puede afirmar que este gobierno haya mejorado sensiblemente la vida de la gente. Subir el SMI (aunque sea moderadamente) en un contexto de inflación brutal, provoca que el poder adquisitivo no suba sino que se estanque o incluso baje. En 2023 la pobreza de los más vulnerables se incrementó respecto a 2022 www.newtral.es/poblacion-riesgo-exclusion-pobreza-espana/20240226/ y, aunque hemos mejorado a nivel de derechos laborales, las indemnizaciones por despido siguen siendo miserables y los salarios de la generalidad de convenios colectivos bastante indecentes. Las personas vulnerables (un 26.5% de la población, inadmisible en un país civilizado) siguen pasándolo mal, y el compromiso de este gobierno (y del anterior donde estaba Podemos) con la justicia social es claramente insuficiente.

A esto se podrá objetar que con la derecha y la ultraderecha la pobreza se habría disparado porque seguiríamos con el SMI de 700 euros de Rajoy o con el despido libre por enfermedad de Fátima Báñez. Y es verdad, pero en un contexto donde el gobierno puede hacer mucho más de lo que hace para convertir en realidad el derecho inalienable a una vida digna de todos los españoles, es difícil que ese mensaje llegue a la población. Por tanto, Iglesias yerra: la pobreza y la desprotección social se mantienen a niveles inaceptablemente altos con este gobierno y con el gobierno del que formó parte, y eso es fundamental para que no despeguen electoralmente. Si se atrevieran a tocar el bolsillo de los ricos y dar derechos a la gente en serio, sus expectativas electorales se dispararían.

En segundo lugar, también se equivoca Iglesias con lo de la batalla cultural como catalizadora de la movilización popular, pero no en cuanto a la forma sino en cuanto al fondo. Y es que su batalla cultural les interesa al 3% de los españoles, como han mostrado las elecciones europeas. Las pajas mentales ideológicas y las discusiones sobre dogmas pijoprogres universitarios que tanto apasionan a su mujer, tienen muy poco que ver con los problemas reales de la población. Hay que dar la batalla cultural, pero la bandera no pueden ser el cisgénero, los micromachismos del que lleva las piernas abiertas cuando va en el autobús o el derecho inalienable de un chaval de 17 años a operarse para cambiarse el sexo sin que un tribunal médico constate que es plenamente consciente de sus actos ante tan trascendental e irreversible decisión. La batalla cultural debe ser republicana, socialista y, sobre todo, seria.

Una jueza con la que, por suerte, no volveré a tener pleitos, tuvo un enfrentamiento con su vecino. Cuando el hombre le explicó sus argumentos, ella le replicó "usted no sabe quién soy yo ni la influencia que tengo". He aquí uno de los pilares de la batalla cultural capaz de ilusionar a todos: igualdad no sólo ante la ley, sino también en la ley, de todos los ciudadanos. Control popular de las instituciones y erradicación del caciquismo que sigue pudriéndolas.

En El Pozo Alimentación los accidentes laborales son muy abundantes, y también la gente que acaba con lesiones incapacitantes de por vida. En su día estuve muy orgulloso de llevar el juicio por despido nulo de un representante sindical en dicha empresa, muy implicado en la prevención de esos accidentes (lo ganamos y se declaró que fue represaliado). He aquí otro pilar de la batalla cultural: la clase trabajadora no es una suma anónima de piezas desechables, y hay que perseguir a todos los niveles a las empresas que les denigran así, sacándoles los colores en los medios de comunicación y forzando a las instituciones a ponerles en su sitio.

Un pijo de buena familia que no ha dado palo al agua en su vida, se gasta en un día lo que un obrero gana en un mes rompiéndose el lomo. El hijo del obrero tendrá altas probabilidades de fracaso electoral, y el pijo, con su apellido, la vida solucionada. He aquí otra clave de la batalla cultural: hay que repartir la riqueza y combatir los privilegios hereditarios para que todos, al nacer, tengamos unas oportunidades similares.

Un barrio está asolado por la delincuencia y, a la vez, hay muchísima gente en situación de exclusión que quiere una oportunidad para trabajar dignamente, así como infinidad de ancianos que deben elegir entre comer pescado una vez a la semana o comprarse las medicinas. Hay que dar la batalla cultural para que los delincuentes sean perseguidos y la gente humilde reciba la ayuda que necesita, en forma de oportunidades laborales dignas y de prestaciones que cubran todas las necesidades de quienes no pueden trabajar.

La batalla cultural es entre ciudadanos y súbditos, entre élites y pueblo, entre privilegios y derechos. El Estado es nuestro, la riqueza nacional es nuestra y estamos dispuestos a luchar por el futuro y el bienestar de cada uno de nosotros, porque valoramos la vida digna de cada persona por encima de todas las cosas. Si la planteas en esos términos, puedes ganarla. Si la planteas en términos de "todes" y "fronteras abiertas porque entre los inmigrantes ilegales no hay delincuentes", te gana Alvise, que en su infinita miseria moral y su analfabetismo funcional conecta mejor con el hartazgo popular que una pijoprogre de Galapagar.

Esta concepción de las cosas fue la que me llevó a ilusionarme con Yolanda Díaz. Su trabajo en el ministerio me gustaba, y me pareció que podía movilizar a la gente generando esperanza. La forma en que ha llevado Sumar me decepciona profundamente. Relegar a IU al cuarto puesto poniendo por delante a Compromís y los Comunes es indefendible. La falta de democracia interna y de expansión a los barrios de la formación es, tras años desde su creación, injustificable. Parece que, como Iglesias con sus purgas, prefiere ser cabeza de ratón a correr el riesgo de que su organización se haga grande y pueda surgir alguien que le haga sombra. Patético y decepcionante.

Ojalá del desastre de las europeas salga algo positivo, un nuevo liderazgo de gente moralmente ejemplar, valiente, capacitada y brillante. Si IU se acaba saliendo de Sumar, desde luego tendrán mi voto porque su nuevo líder se acerca mucho más al ideal que he descrito que Yolanda y, por supuesto, que la mujer de Iglesias. Hacen falta caras nuevas y sobre todo valores y virtudes nuevos. De lo contrario, me veo a Alvise de Ministro de Propaganda con Feijoo y Abascal..

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