Una guerra secreta, nuevas heridas extrañas y el silencio del Pentágono | DNYUZ [ENG]
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Cuando Javier Ortiz volvió a casa de una misión secreta en Siria, se le apareció en la cocina el fantasma de una niña muerta. Estaba pálida y cubierta de polvo calcáreo, como si hubiera sido alcanzada por una explosión, y sus ojos le miraban fijamente con una mirada tan oscura y pesada como el petróleo.
El marine de 21 años formaba parte de una dotación de artillería que luchaba contra el Estado Islámico, y sabía que los enormes cañones de su unidad habían matado a cientos de combatientes enemigos. El fantasma, estaba seguro, era su venganza.