Payaso de hospital
Un payaso de hospital es un artista especializado en ofrecer entretenimiento y apoyo emocional a pacientes, en particular a niños, pero también a adultos con diversidad funcional, dentro de entornos hospitalarios. Su trabajo es mejorar el bienestar psicológico de los enfermos mediante el uso del slapstick, de juegos, así como de técnicas teatrales propias del arte del clown. De niño sufría una leve coulrofobia, y sospecho que no lo hubiera pasado muy bien como joven paciente atrapado con un payaso en la sala de un hospital de los años ochenta. Pero los payasos de hospital de hoy en día son inclusivos y se adaptan a las limitaciones físicas y psicológicas, y a las necesidades médicas de cada paciente, de modo que también atienden sin su uniforme tradicional, haciendo que no aparezca este tipo de fobia. Por lo demás, los payasos de hospital están ahí para ayudar a personitas en formación y a trastornados que en situaciones difíciles no tienen la capacidad de atender a las razones motivacionales propias de una persona adulta, autónoma y responsable.
La pregunta que nos hacemos todos ahora es si un solo payaso hospitalario de gran talla podría suplir al resto de los payasos. Hay una serie de limitaciones por las que sería imposible que un solo payaso abordara un trabajo de esa envergadura, por más que ese personaje contara con superpoderes o el don de la ubicuidad y resistencia infinita. Primero, no podría cubrir todos los hospitales ni atender a todos los pacientes por diversas razones relacionadas con la limitación física, emocional y organizativa de su labor, que demanda un tiempo significativo y una entrega emocional muy intensa con cada individuo. El payaso debe dedicar una atención personalizada a cada paciente, por tanto, trasladarse de un hospital a otro en múltiples localidades sería física y emocionalmente agotador, afectaría la calidad de su actuación y a su propio bienestar. Lo dejaría hecho cisco en muy poco tiempo, inhabilitado para hacer su trabajo honestamente. La cantidad de pacientes que requieren esta clase de apoyo es muy grande, incluso en una ciudad pequeña. En cada hospital hay cientos de pacientes que necesitan un payaso, muchos de ellos niños, pero también multitud de subnormales que precisan de este tipo de apoyo, por lo que la demanda de servicios de payasos de hospital es constante. Atender todas estas necesidades simultáneamente excedería la capacidad de un solo payaso, incluso aunque fuera un payaso ubicuo. La labor del payaso de hospital ha de ser personalizada, ya que pacientes en diferentes centros tienen necesidades diversas en términos de edad, estado de salud, y disposición emocional. Adaptarse a estos distintos contextos y crear relaciones productivas con cada paciente requiere de tiempo y un conocimiento particular de cada entorno e individuo. Por eso la labor del payaso de hospital suele realizarse en coordinación con el equipo médico y de enfermería, quienes indican cuándo y cómo el payaso puede interactuar con cada enfermo, especialmente si los pacientes están en condiciones delicadas o requieren tratamientos específicos. Un solo payaso no podría abarcar todas estas coordinaciones en múltiples hospitales, lo cual haría imposible brindar una atención segura y personalizada en cada caso.
Todas estas razones aplicarían también a un payaso telemático. Un payaso que emulara media docena de intervenciones que fueran reproducidas por los televisores de cada hospital para todos los pacientes ya estaría haciendo otro tipo de trabajo, otra forma de terapia si se quiere, una más superficial, generalizada y desligada del individuo. Y aunque el cine o la exposición de casos ajenos puede entretener y hasta ayudar a los pacientes, ni siquiera las mentalidades más básicas son totalmente clónicas. No se podría decir que un payaso de hospital está haciendo de payaso de hospital si se volviera youtuber o produjera un show periódico en una tele reproduciendo una limitada serie de relatos. Es obvio que la presencia de varios payasos permite dividir la carga de trabajo, garantizar que más pacientes puedan recibir el apoyo emocional personalizado y reducir el tiempo de espera. Pensar que un solo payaso sería capaz de motivar a los pacientes de todos los hospitales es imaginar un imposible, pretender que el payaso haría bien su trabajo solamente enseñando al resto de pacientes su interacción con media docena de casos sería engañoso.
