Mi opinión sobre Israel
Nos rasgamos las vestiduras con los asesinatos en masa que está llevando a cabo Israel, sin embargo, parece que cuestionar la existencia del “estado judío” queda fuera de la discusión. Israel es una democracia, los israelíes son gayfriendly (bueno, en algunos sitios). Pero las personas razonables hace tiempo que decimos que todos los judíos de Israel deberían vivir en Alemania, ya que es la nación que trató de hacer con ellos lo que ahora ellos tratan de hacer con los palestinos. Los alemanes tendrían que haber compensado a los judíos con tierras, casas, trabajos preferentes y regalos en lo más parecido a su casa que tenían los judíos y que era Deutschland, Germania Superior e Inferior, Alemania del Este y del Oeste. Tenían que haberlos puesto en centroeuropa vaya, no descargarlos en Oriente Medio lejos de su casa y su cultura. La mayoría de israelíes son europeos, Israel se creo con europeos. Pero, en lo que respecta a “la cuestión judía”, los nazis se salieron con la suya.
Quizá todos intuimos que algo no acaba de funcionar con Israel, algo como lo que pasaba cuando los regímenes comunistas se denominaban “democracias populares” o como cuando llamábamos “democracia” a la Sudáfrica del National Party (curiosamente gobernando desde 1948); pero pensamos que cuestionar la existencia de Israel, tal y como están las cosas (como llevan estándolo desde 1948), sería echar más leña al fuego. Entonces consideramos que es un ejercicio de prudencia guardarnos nuestra opinión al respecto. No queremos decir cosas inapropiadas (en nuestro tuiter de 48 seguidores) y hacer descarrilar geopolíticamente a España. Así que, en vez de meternos con los sionistas seguimos vapuleando a los pobres fachas, y solo porque desean llevarnos a esa “edad dorada” del tardofranquismo que en su más tierna infancia ellos vivieron con tanto agrado. Ese momento extraordinario de la historia de la humanidad donde a los niños nos interrumpían los dibujos animados de la TV con corridas de toros.
Pero resulta que Israel siempre ha sido lo que querían hacer de España los franquistas: un estado nacionalcatólico, una nación con una cultura cristiana, dirigida por elites platónicas que se reconocían católicas y estaban vinculadas a organizaciones religiosas, y donde se subvencionaba y se daba preferencia a grupos e instituciones pertenecientes a la Iglesia, mientras se limitaba la libertad religiosa del resto de sectas. No es necesaria una férrea dictadura si se consigue una mayoría de fieles que se reconocen étnica y nacionalmente vinculados a una religión, así que el nacionalcatolicismo podría haberse convertido en una democracia más o menos tan aparente como la de Israel. A mediados del siglo XX ese orden de cosas era el que imponía el espíritu de los tiempos, y ya se estaban dando los pasos en España, como sabemos muy bien los que vivíamos en las ciudades turísticas de la costa donde aún no existía libertad de expresión, pero había libertad para el libertinaje. España no obstante siguió el sentido opuesto a Israel.
Si no somos nacionalcatólicos no es por los titánicos esfuerzos de nuestros políticos por introducirnos en la modernidad y desvincular a nuestras instituciones y leyes de la Iglesia, cosa que quizá hagan dentro de un par de siglos (cuando el partido ciberfeminista gane las elecciones), sino por el abandono social del catolicismo, que fue un proceso anterior a nuestras primeras repúblicas modernas. Es lógico que a los fachas les parezca perfectamente normal la existencia de Israel; es todo lo que ellos vivieron en su España ideal, y lo que se les ha ido deshaciendo conforme nos convertíamos en una democracia liberal cada vez más descreída y multicultural. Pero qué diantres hacen los progres, o los liberales, asumiendo con normalidad el nacionalcatolicismo en otros países mientras machacan a los nostálgicos del nuestro o se avergüenzan de ellos. Es una incógnita solo explicable por las películas sobre Israel que nos han contado Hollywood y los noticiarios de Antena3.