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La oreja de Trump vs el niño ametrallado (o por qué la banca siempre gana)

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El intento de asesinato contra Trump de ayer fue algo extraordinario, pero no por su dinámica sino por sus consecuencias: no murió el objetivo del tirador, sino tan sólo el tirador mismo y una víctima colateral del público. El lobo solitario que decide coger su fusil (tan fácil de adquirir como una caña de pescar en EEUU) y ametrallar su centro de trabajo, un instituto o un centro comercial, representa una de las categorías de piezas rotas más comunes en la gran maquinaria ultracapitalista norteamericana, junto con las víctimas del fentanilo o los adeptos a sectas mormonas, evangélicas y new age. Y, con carácter general, el lobo solitario siempre se lleva gente por delante antes de ser abatido. Gente que, como él, son ciudadanos anónimos que sobreviven en la selva norteamericana con la espada de Damocles de un cáncer que no cubra su seguro médico o un despido que les impida pagar los múltiples préstamos con los que van financiando la universidad de sus hijos y otros servicios esenciales que en Europa son gratuitos pero allí constituyen artículos de lujo. Gente que, a pesar de ser tan vulnerables como el tirador en la mayoría de los casos, constituyen su objetivo porque éste los ubica dentro de la masa de estudiantes que le hacían bullying o de la empresa que le ha echado a la calle tras explotarle durante años.

Pero el lobo solitario que atacó ayer fue a por una vaca sagrada del sistema norteamericano que, a diferencia del ciudadano medio, 1) contaba con un servicio de escoltas de élite y 2) tenía una responsabilidad directa en las acciones de éste y todos los lobos solitarios, pues defiende a capa y espada que cualquiera pueda comprarse un rifle de mira telescópica sin restricción alguna para mayor lucro del poderosísimo lobby de las armas, que a cambio le financia la campaña con cientos de millones de dólares (más posibles sobornos bajo mano). Y he aquí lo extraordinario del caso: el lobo cayó sin liquidar a su objetivo. No sólo eso: hizo un inmenso favor a Trump al permitirle presentarse ante la sociedad americana como un mártir dispuesto a morir por sus ideas. Los nada desdeñables puntos que, gracias a ello, ganará en las encuestas, terminan de afianzar su ya evidente posición de ventaja sobre el pobre hombre con demencia senil que, en un alarde sin igual de egoísmo y desprecio por su pueblo, se aferra al cargo a sabiendas de que es un enorme lastre.

Y es que en EEUU la banca siempre gana. Las élites financieras que se forran con la venta de armas o de fentanilo (previo soborno constatado a funcionarios de la industria farmacéutica para que emitiesen informe favorable a la comercialización de Oxycotin) nunca sufrirán sus efectos nocivos porque sus legiones de abogados, contactos políticos y guardaespaldas lo evitarán. Las víctimas serán un chaval de 12 años cuyo compañero decida entrar con una ametralladora en clase y disparar a todo lo que se mueva, o una persona con fractura de tobillo que decida empezar a tomar Oxycotin con la confianza de que no es adictivo, y acabe arrastrándose por las calles rogando una dosis de fentanilo. Bueno, cuando digo "uno" me estoy refiriendo en realidad a los más de 20.000 muertos por arma de fuego en la primera mitad de 2023 elpais.com/internacional/2023-06-27/se-acumulan-mas-de-20000-muertes-p o a los más de 100.000 muertos por sobredosis del año pasado cnnespanol.cnn.com/2024/05/15/muertes-sobredosis-drogas-ee-uu-disminuy

Hoy los fabricantes de armas norteamericanos se frotan las manos con la inesperada carambola que les permitirá beneficiarse doblemente gracias a su gran valedor político, Trump. Ellos y Trump sabían que nunca padecerían las consecuencias de sus actos, pues sus guardaespaldas evitarían que cualquier tirador desquiciado les matase. Pero nunca imaginaron que, aparte de impunidad y beneficios económicos multimillonarios, sus crímenes les regalarían tan extraordinario beneficio político.

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