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LA MALDAD. Ese gran enigma

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Siempre he tenido un descomunal sentido de la justicia, algo que con el paso de los años, lejos de menguar, se ha arraigado aún más en mí.
Desde que tengo uso de razón recuerdo haber sido bastante radical a la hora de ver justificable la maldad en las personas.
El atesorar ya una cierta cantidad de años conlleva algo inevitable, la acumulación de experiencias vividas, las cuales me han corroborado la opinión que siempre he tenido sobre la libertad de la que disfruta la maldad en numerosas ocasiones, demasiadas considero yo; esto es posible debido a la aceptación de la maldad por parte de la sociedad, en la que las personas suelen disfrazarse para parecer amables, educadas…, ocultando así su verdadera naturaleza, en la que reina la hipocresía, la perversidad, la envidia…

Accediendo a mi anhelo por conocer mejor a la maldad, la cual en estos momentos se pasea por mi vida con total inmunidad, me enfrasqué en una búsqueda de su espíritu, y me aterra el haber descubierto en su interior que soy parte de esa sociedad que la cobija e incrementa su poder.
La muy canalla conoce muy bien al ser humano, juega con su mente y la manipula sin recato ni mesura. Os muestro el resultado de este estudio realizado:

LA MALDAD
Ese gran enigma

He acompañado al ser humano desde sus comienzos. Juntos hemos evolucionado creciendo a la par de las ansias de poder y sentimiento de posesión.
Tengo muchos rostros que me permiten pasar inadvertida en numerosas ocasiones. Y aunque mi origen ha sido analizado desde siempre por estudiosos, ninguno ha podido encontrarlo; ¿tal vez porque formo parte de ellos mismos?
Con el transcurso del tiempo he ido conociendo infinidad de reflexiones sobre mí, siendo unas más acordes conmigo que otras. De las que más me han llamado la atención están:
El bien y el mal son dos notas de una sinfonía.
HERÁCLITO
¿Habla por casualidad de la armonía del yin y el yang (la oscuridad y la luz)?

El hombre es bueno por naturaleza. La sociedad lo corrompe.
ROUSSEAU
¿Acaso no son esos mismos hombres buenos los que componen la sociedad?

Educar la mente sin educar el corazón no es educación en absoluto.
ARISTÓTELES
¡Qué absurdo! Prefiero lo que pensaba Calicles:

Al infierno con la moralidad, esto ha sido propuesto por los débiles para debilitar el poder de los fuertes.

Él sí que sabía lo que decía. Después está:

La ignorancia es una enfermedad del alma.
PLATÓN
Y va de mi mano, acompañada de la injusticia y la cobardía.

Los odios de los hombres generalmente nacen del temor o de la envidia.
MAQUIAVELO
¡Sí! Así es, son grandes aliados que ciegan al ser humano y favorecen mi crecimiento.

En la actualidad me denominan: «Factor D. El factor oscuro de la personalidad». No está mal. Según estos estudios los rasgos que me definen son:
-El egoísmo
-El Maquiavelismo
-La desconexión moral
-El narcisismo
-El derecho psicológico
-La psicopatía
-El sadismo
-El interés propio
-El rencor
-La destructividad
-La disposición a causar daños a otros
Viéndolo así se podría considerar que nazco de la ignorancia afectiva, la tentación extrema o del hibris (denominación dada por los dioses griegos a la desmesura), conceptos estos que llevan a la corrupción del ser humano. Casi parezco el bien transformado, pues todo se encierra en el buen o mal uso que se hace de lo que me define. Y entonces pienso: si el ser humano dispone de libre albedrío para decidir… ¿no es cada persona responsable de sus actos? Ciertamente no es mi culpa que sienta predilección por mis preceptos o que estos se ajusten más a su necesidad.
Voy a relataros los sentimientos que avivo en una persona cuando ve peligrar el bienestar de su familia a raíz de la actuación decepcionante de quienes se suponían amigos o seres queridos: en un principio, aplico la impotencia y la rabia, que anulan su capacidad de razonamiento y los vestigios de humanidad que aún pueda conservar.
A continuación, el individuo se siente destructivo al comprobar la perfidia de esas personas que le agravian, entonces despierto los deseos de venganza, sembrando en su interior la semilla del odio y el rencor; provocándole reacciones violentas y llevándolo a desear e incluso, en casos extremos, a ocasionar la muerte o un gran sufrimiento a quien le ha perjudicado.
¿Es justificable e incluso defendible ese comportamiento de la víctima o su actitud es tan execrable como la de su verdugo?
¿Acaso no tiene derecho a sentirse la Némesis de quien le hace daño y vengarse? Yo le permito hacerlo sin escrúpulos ni remordimientos. Conmigo no tiene que cuestionarse hasta qué punto puede su resentimiento llegar a pervertir su humanidad…
Os preguntaréis si logrará la víctima derrotar estos viles sentimientos o finalmente se dejará arrastrar, entregándose al poder de la malevolencia y renegando de la benignidad y la moral al igual que quien le ataca. ¿No era Heráclito el que decía que el bien y el mal son dos notas musicales? Pues bien, una empieza y la otra termina la sinfonía, la pericia de las partes decidirá cuál es cuál.
Observo gratamente que se tiende a banalizarme dejando de lado cualquier reflexión ética; percibo cómo el deseo de venganza nubla la razón, destruyendo valores contrarios, creando seres más parecidos a mí: crueles y ruines.
Me satisface comprobar que cuando impero en el corazón del ser humano lo arrastro al lado oscuro junto a quien le motiva, igualando su grado de malignidad.
Mientras tanto, el individuo se vanagloria cuando su mente moldea lo que para otros es la más espeluznante de las vilezas: la venganza.
Lo único que a veces trastoca mis planes y me mantiene a raya no es el miedo al castigo por parte de la sociedad, sino esa parte en el interior de cada individuo ocupada por la bondad y la incapacidad para actuar con lo que denominan mala fe. Ese tonto deseo de procrastinar, dejando que sea el destino el que se encargue de hacer justicia, para así poder ofrecer a su espíritu la tan ansiada paz que necesita. A veces me pregunto si esa lucha continua para evitar que pervierta su inocencia, o más bien su ingenuidad o su valentía, la hace porque recela de si sería capaz de realizar lo que su imaginación le muestra como algo justo y necesario.
Cuando esto pasa me aferro a la deshumanización, el narcisismo y la ignorancia de aquellos que, buscando su propio beneficio, no les importa hacer padecer al prójimo. Tengo un gran ejercito de sometidos formado por aquellos que guardan silencio ante las vilezas que cometen sus semejantes; su indiferencia incrementa mi poder. Ya lo decía Albert Einstein:
El mundo no está amenazado por las malas personas, sino por aquellos que permiten la maldad.
Sabiendo que a mí me da fuerza y permanencia los efectos que provoco en el ser humano cuando las injusticias le azota, mi misión primordial es evitar el perdón y endurecer su corazón, ya que este humaniza su mente. Palabras ciertas las de Séneca al decir:
El peor desastre de la maldad es que hay que perseverar en ella, porque los crímenes solo pueden defenderse con otros crímenes.
Por eso ciego las mentes, para evitar que las personas ajenas a mí las iluminen con su bondad. Una luz que temo, por ser conocedor del poder que posee, pues como bien dijo Unamuno:
Todo acto de bondad es una demostración de poderío.
Y eso es algo que no puedo permitir. Por lo que seguiré metiendo el dedo en la llaga de la víctima para mantener vivo en su corazón lo que decía Martín Luther King:
Al final no recordaremos las palabras de nuestros enemigos, sino el silencio de nuestros amigos.
La Maldad

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