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Mapas, propaganda y ofendiditos: una curiosidad de 1940

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A propósito de la polémica sobre la protesta del partido nacionalista de derecha portugués Chega! por la utilización de VOX de una lámina que mostraba la máxima extensión del Imperio español (1580-1640) he recordado un error que cometió una revista francesa en 1940 y fue capitalizado por la prensa nazi para su propaganda. No es que lo de 1940 y esto sea muy parecido, pero sí me parece que es destacable recordar que muchas veces los periodistas participan también de la propaganda política.

A finales de Marzo 19401 Paul Reynaud, Presidente del Consejo de Ministros de Francia (Jefe del Gobierno) recibió la visita del enviado especial de Franklin D. Roosevelt, Sumner Welles. En la [imagen] aparecen con otro diplomático americano, Mr. Murphy.

Recordemos que por entonces Europa sufría la II Guerra Mundial. En Marzo de 1940 los frentes estaban un tanto estancados: Alemania no había invadido aún Noruega y Dinamarca, ni por supuesto Francia. Italia no había entrado aún en guerra. EEUU era un país neutral, aunque con ciertas simpatías por los aliados occidentales.

El gobierno de Édouard Daladier, en Francia, había caído unos días antes debido a la debilidad de su gobierno ante la agresión de la URSS a Finlandia, y fue sustituido por Paul Reynaud, al que se veía más decidido.

Por lo tanto, la visita de Welles tenía tanto que ver con la presentación al nuevo gobierno, como con la preocupación de Roosevelt porque una extensión del conflicto le metiese en problemas; estaba en año electoral y la opinión pública norteamericana era muy aislacionista.

Como es común en estas entrevistas, el fotógrafo hizo una fotografía protocolaria de ambos políticos, que se publicó al día siguiente (30 de Marzo) en “L’illustration”. En ella se veía al fondo un mapa de Europa.

Aunque en la miniatura de esta Tribuna se aprecian mal, las líneas que supuestamente dividen los países no correspondían a las fronteras de los países, ni en 1940 ni antes de la guerra.

Unos días después, a principios de Abril, los diarios alemanes descubrieron la imagen, e interpretaron que el mapa correspondía a los planes franco-ingleses sobre un reparto de Europa tras su victoria, que Reynaud y Welles habían discutido.

El supuesto plan incluiría la entrega de Baden, Ruhr y el Palatinado a Francia; de parte de Sajonia, Silesia, Baviera, y Hungría a una renacida y engrandecida Checoslovaquia; Polonia recuperaría la parte polaca anexada por la URSS, pero además recibiría toda la Prusia Oriental, el Corredor de Danzig, parte de Pomerania y la Silesia Oriental; se crearía un país independiente en Baviera; e incluso a Suiza se le entregaría un enclave en Vorarlberg.

Por su parte, a Italia (que en Marzo de 1940 aún no había entrado en guerra) se le arrebataría Trieste (para una resucitada Austria); Istria (para Yugoslavia); y el Dodecaneso (para Grecia).2

Por supuesto, cuando el Völkischer Beobachter (órgano oficial del partido nazi), y los demás medios alemanes (todos sometidos al NSDAP) se “coscaron” montaron un pollo, tratando de que la indignación se extendiese a su aliado (no beligerante) Italia y otros países amistosos con su “Nuevo Orden” (como España, o Portugal):

Este mapa muestra sin discusión posible que el objetivo principal de Inglaterra y Francia es el desmembramiento del Reich alemán. Las potencias occidentales desean una Alemania indefensa, la misma que fue creada a través de la Paz de Westfalia de 1648 y que redujo al Sacro Imperio Alemán a un batiburrillo de 300 pequeños estados independientes.

Por supuesto, todos los medios alemanes publicaron editoriales indignados sobre la maldad de los aliados y la necesidad del pueblo alemán de defenderse contra quienes querían destruir su país, y su misma existencia como comunidad.

Los participantes en la reunión, Welles y Reynaud, negaron absolutamente que existiese un plan para desmembrar Alemania, una vez derrotada.3

Pero ¿qué había pasado? ¿Qué era el mapa?

Pues, al parecer, era un mapa de Europa, sí, que originalmente recogía la situación política anterior al Anschluss (Marzo de 1938): por eso mostraba Austria y Checoslovaquia como países aún independientes. Sobre ese mapa Reynaud había ido haciendo correcciones con banderitas, chinchetas y líneas de rotuladores, para mostrar las modificaciones posteriores de las fronteras.

El mapa original era en colores; pero, según informaron el gobierno francés y la dirección de "L’Illustration", al revelar la fotografía para incluirla en la revista vieron que, como era en blanco y negro, prácticamente no se distinguía ninguna línea fronteriza (y, menos aún, ríos u otros accidentes geográficos) y quedaba como muy “cateto”, como un mapa mudo para escolares que tienen que rellenar con fronteras y ríos.

Al lumbreras del Director se le ocurrió encargar al propio fotógrafo que retocase la fotografía, incluyendo contenido en el mapa.

El fotógrafo, por ignorancia o –más probablemente- por descuido, porque no pensó que nadie se fijaría en el mapa, metió las fronteras un poco por donde le parecía que debían ir, “grosso modo”.

¿Qué pruebas tenemos de que sea cierta esta versión?

Bueno, el Director de “L’Illustration” mostró la fotografía original en blanco y negro, sin fronteras; pero, por supuesto, no convenció a los alemanes, que declararon que “ésta”, la que les enseñaban ahora era la versión manipulada.

Los franceses mostraron el mapa auténtico, el de los colorines, a periodistas y a diplomáticos extranjeros, incluido el embajador italiano. Un punto a favor de la versión francesa es que el gobierno italiano no dijo nada, con lo que parece haber aceptado la explicación de Reynaud.

Quizás el punto clave a favor de la explicación francesa es que, aunque hubiese existido un plan para desmembrar Alemania (en caso de una victoria aliada) tan temprano como en 1940 (y eso es muy problemático) es más que evidente que hubiese sido guardado en un secreto absoluto, y no expuesto a los visitantes del Jefe de Gobierno, y menos fotografiado para su exposición a la prensa. Y, por supuesto, nunca hubiese sido revelado al enviado especial de Roosevelt que, como hemos dicho, estaba ya preparando su reelección -en un país donde predominaba el rechazo a involucrarse en la guerra- y nunca hubiese aceptado una solución que pasase por la destrucción de los mercados económicos centroeuropeos.

Sin duda, si bucean en las páginas revisionistas (es como mirar webs terraplanistas, una aventura hilarante), encontrarán aún quien se basa en esta vieja historia para "denunciar" la maldad de los Aliados y sus planes de destruir a los bienintencionados y cuasiindefensos nazis. Pues hala, ya saben (en realidad, ya se lo imaginaban si lo leen como argumento en páginas de nostalgia nazi) que es mentira.

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