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"LA DESBANDÁ": causas y moraleja

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La prensa recientemente ha publicado artículos sobre la horrible carnicería realizada por las tropas de Franco (y aliados extranjeros) en 1937 sobre civiles y soldados o milicianos desarmados que huían por la carretera Málaga-Almería (actual N-340). Este suceso se conoce como “La Desbandá

Los que huían fueron hostigados con artillería terrestre, ametrallamiento aéreo, e incluso artillería naval desde buques de la armada rebelde (Canarias, Baleares, y Almirante Cervera) causando miles de muertos.

Cabe destacar que, en los planes franquistas, se contemplaba dejar la carretera hacia Almería abierta, para evitar convertir Málaga en una ratonera que aumentase la resistencia hasta límites desesperados. Por lo tanto, los sublevados conocían perfectamente la situación de las columnas que huían de Málaga como “no militares”, y su acción sólo puede calificarse como crimen contra población civil.

A esta represión debe añadirse la causada por las tropas franquistas, tras la entrada en la ciudad. Su cuantía, en 1944, se elevaba –según cifras franquistas- a más de 20000 víctimas.1

Pero, reconociendo la extrema crueldad de los franquistas, que nadie niega, observo que la prensa de izquierda (como Público, o ElDiario) no hace ninguna autocrítica de los errores republicanos. Todo es victimismo, mala suerte, la ayuda extranjera (que fue decisiva en el conjunto de la guerra, pero no en esta campaña), lo malos que eran los demás, lo buenos y valientes que éramos nosotros (sobre todo las mujeres) y nada por evitar cagarla otra vez.

Durante la sublevación de Julio del 36, Málaga contaba con poderosas fuerzas obreras, pero con armas de provisión (escopetas, pistolas, explosivos caseros). El general Patxot Madoz estaba comprometido con la sublevación, pero tenía muchas dudas. Un subordinado, el capitán Agustín Huelin sacó sus tropas a la calle, y trató de asegurar los puestos clave para los rebeldes. Sin embargo, los Guardias de Asalto, con obreros y simpatizantes de izquierda, lograron contener a los militares, que no llegaron a tomar el Gobierno Civil. Finalmente, Patxot, viendo la situación perdida, ordenó la retirada a los cuarteles.2

La Málaga republicana había quedado reducida, en Octubre de 1936, a una larga franja rectangular de unos 200 km –de Motril a Estepona- por 80 de ancho (ver mapa) y era una pesadilla estratégica. Queipo de Llano pidió insistentemente a Franco (Generalísimo desde el 1 de Octubre) que le enviase tropas con que cortar aquella lengua de tierra y conquistar Málaga.

Sólo la falta de recursos propios de Queipo y la obsesión del Alto Mando rebelde por tomar Madrid y acabar la guerra rápidamente (prisa que no había demostrado cuando en septiembre eligió tomar Toledo y perdió la oportunidad de entrar en Madrid) evitaron la caída de Málaga antes.

La conducta sensata entre los republicanos debería haber sido: reforzar las fuerzas (militares y milicianos) de que se disponía; dotarles de suficientes municiones, antiaéreos, protección aérea y naval, y preparar las defensas de los principales pueblos y ciudades. Quizás, incluso, podría haberse realizado alguna ofensiva hacia Granada, tal vez reconquistarla y acortar el frente.

Nada de esto se hizo: en Málaga capital, los antagonismos entre CNT y PCE hicieron que no se realizara ninguna mejora defensiva; las armas enviadas fueron destinadas a protegerse del rival izquierdista más que levantar un ejército con que defenderse. Posteriormente, los responsables locales de la derrota culparon al Gobierno Central por su desidia. Aunque quizás tengan parte de razón, no cabe duda de que también buscaban justificar sus propios errores.3

En el sector rural, los anarquistas, muy poderosos, se dedicaron (como en otros sectores, como Aragón) a hacer la Revolución y la Colectivización antes que la guerra. Engañados por la falsa seguridad que les daba la Serranía de Ronda y el Sistema Penibético, no hicieron absolutamente nada por prepararse.

Por si fuera poco, los mandos militares de Málaga dejaban mucho todo que desear. El coronel Hernández Arteaga y el coronel Villalba mostraron una incompetencia absoluta, aunque por razones diferentes.4

Así llegó Febrero de 1937. Una fuerza de 15000 soldados regulares, con 10000 miembros del Corpo Truppe Volontarie,5 apoyados por abundante artillería, más de cien aviones modernos, e incluso tres cruceros de la Armada de los sublevados, se enfrentaron a unos 12000 milicianos, de los cuales solo 8000 estaban armados, y aún estos carecían de munición suficiente.6

Los dados estaban echados: en sólo cinco días los sublevados aplastaron la resistencia, y se dedicaron a masacrar a las columnas que huían.

Pero la moraleja es la siguiente: Las fuerzas que defienden la Libertad y la Democracia deben unirse contra los totalitarios. Sean quienes sean. Aunque se digan de izquierdas.

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