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Una confesión tras la declaración de inconstitucionalidad del primer estado de alarma

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Siendo un tema jurídicamente peliagudo (prueba de lo cual es el empate virtual entre los magistrados del TC al votar), el estado de alarma del confinamiento fue declarado inconstitucional al entenderse que la figura adecuada para confinar al personal es el estado de excepción. Pues bien, ahora puedo confesaros que me lo saltaba todos los días. Salir 3 minutos a tirar la basura o al supermercado de la esquina no es suficiente para mantener la salud física y mental, máxime en el caso de una persona como yo que, viviendo en una casa pequeña, necesita caminar 2 horas diarias para no sentir el estómago lleno, la cabeza cargada y una sensación de estar preso. Por tal motivo, sobre las 3 de la tarde me escapaba de casa y me iba a un descampado que hay tras un colegio de monjas murciano, lugar en el que pasaba unos 40 minutos caminando deprisa, casi corriendo. Y una vez que había estirado las piernas, volvía a casa. Nunca me pillaron, aunque en varias ocasiones tuve que alterar el rumbo por la presencia de algún coche de policía.

¿Por qué hacía esto? Primeramente porque mi mente y mi cuerpo lo necesitaban imperativamente. En segundo lugar, porque objetivamente no ponía en riesgo a nadie al ir a caminar a un descampado. Más de una persona me soltó el típico "pero estabas fastidiando a los que sí se quedaban en su casa", a lo que yo respondí algo tan simple como "mal de muchos, consuelo de tontos". Fastidiarte porque otro esté fastidiado no le ayuda en nada y te perjudica a ti (aparte de que, en puridad, TODOS podríamos haber salido a caminar por zonas poco transitadas 40 minutos al día sin poner en riesgo a nadie, como se hacía en Francia por ejemplo).

Pues bien, llegó el fin del confinamiento y, desde entonces, no he quedado absolutamente con nadie para hacer cosa distinta de pasear al aire libre, aunque por desgracia sí he tenido que meterme en habitaciones cerradas con mucha gente debido a obligaciones laborales, si bien mis mascarillas parecen haber sido útiles y de momento no estoy contagiado. Y la misma gente que me soltaba lo del encierro solidario, me preguntan ahora por qué soy tan brutalmente exagerado con mis precauciones. Les respondo con una frase: "sentido común". No necesito que el Gobierno me diga que salir a pasear a un descampado es inocuo. Y tampoco necesito que el Gobierno me diga que meterme en un local cerrado con mucha gente es peligroso, sobre todo si el personal se quita la mascarilla. Así que hago lo uno y evito lo otro, y lo seguiré haciendo hasta que el virus se vuelva estacional o se obtengan vacunas y tratamientos antivirales lo suficientemente incontestables como para convertirlo en un simple resfriado.

Apuesto a que, en lo que a capacidad intelectual se refiere, soy igual o menos listo que el común de mis lectores. Pero siempre uso mis neuronas, porque seguir consignas sin pasarlas por el filtro de tu cerebro me parece suicida. Por eso os digo: protegeos mucho porque ahora mismo las cifras del virus están disparadas y vamos a pasar un invierno absolutamente infernal, ya que las administraciones no se atreven a imponer restricciones porque están anteponiendo la economía a la salud pública. No necesitáis que os digan que meteros en un bar y quitaros la mascarilla es un peligro atroz. Y tampoco que pasear al aire libre con vuestros amigos es inocuo. Evitad lo primero y haced lo segundo cuando socialicéis. Sois lo bastante inteligentes como para escaparos de la UCI hasta que la ciencia dé un paso más y nos libre de este desastre. Y apuesto por que sucederá en 2022. Hasta entonces, sobrevivid.

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