1.- Se dice que el Zar Nicolás I fue el primero, hacia 1853, en definir al Imperio Turco como “un hombre enfermo, muy enfermo”, aunque esta expresión, posteriormente, se convertiría en “el Hombre enfermo de Europa” y pasó a significar que los grandes poderes europeos deberían mantener al “enfermo” con vida, aunque se le realizaran periódicas “sangrías”, porque su muerte sería seguida de graves males.
Durante la segunda mitad del siglo XIX, sin embargo, los rusos fueron el enemigo más implacable del Imperio Turco, intentando arrebatarles el dominio sobre sus posesiones europeas habitadas por eslavos y lograr el gran sueño de los zares desde Catalina la Grande: conquistar Estambul, el Bósforo, el Mar de Mármara y los Dardanelos, uniendo bajo su dominio el Mar Negro con el Mediterráneo y expulsando a los turcos de Europa.
El resto de poderes europeos se opusieron a la presión rusa, retrasando en lo posible la debacle otomana; por ejemplo, derrotando a los rusos en la Guerra de Crimea (1853-56), o corrigiendo en el Congreso de Berlín (julio de 1878) el desastroso (para los turcos) Tratado de San Stefano (marzo de 1878).
2.- Los circasianos, (o Adigueses) son originarios de una región del Noroeste del Cáucaso. A partir de las conquistas rusas de finales del siglo XVIII, su religión musulmana les hizo ser perseguidos por los gobiernos zaristas, y emigraron a los dominios del Imperio Turco, extendiéndose por Palestina, Egipto, Armenia, Anatolia, etc. Eran fieles seguidores del Islam y del Sultán (y Califa).
3.- El Khedive Mehmet Ali Pasha , gobernador de Egipto (1805-1849), a quien se reconoce como fundador del Egipto moderno, era de origen albanés; se rodeó de cuadros militares y administrativos albaneses, que décadas después, junto con los turcos, seguían siendo una especie de aristocracia que dominaba sobre los egipcios.
4.- Obviamente, aunque su intención fuese ejercer presión sin usar la violencia, su aparición fue contemplada por la población de Egipto como una más de las agresiones imperialistas de las potencias europeas, que apoyaban a los “odiados” extranjeros (turcos, albaneses, etc). Nada que no se haya visto mil veces: en España, sin ir más lejos, en la Guerra de las Comunidades de Castilla.
5.- Aunque en nuestra mentalidad del siglo XXI veamos la rebelión anti-imperialista y contra los extranjeros casi inevitable, no siempre ha sido así en el transcurso de la Historia. Sin ir más lejos, en España, la invasión de los “Cien Mil Hijos de San Luis” contó con escasa resistencia. La flota anglo-francesa, sin duda, contaba con que la mayoría del pueblo humilde egipcio, en realidad, apoyaba al Sultán, y que un golpe de intimidación bastaría para que ‘Urabi volviese a obedecer al Sultán.
6.- Gran Bretaña, Francia, Italia, Rusia, Alemania y Austria Hungría. Aparte del Imperio Turco, claro. Pero no contaban con el intrigante Sultán Abdul Ahmid II
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1.- Se dice que el Zar Nicolás I fue el primero, hacia 1853, en definir al Imperio Turco como “un hombre enfermo, muy enfermo”, aunque esta expresión, posteriormente, se convertiría en “el Hombre enfermo de Europa” y pasó a significar que los grandes poderes europeos deberían mantener al “enfermo” con vida, aunque se le realizaran periódicas “sangrías”, porque su muerte sería seguida de graves males.
Durante la segunda mitad del siglo XIX, sin embargo, los rusos fueron el enemigo más implacable del Imperio Turco, intentando arrebatarles el dominio sobre sus posesiones europeas habitadas por eslavos y lograr el gran sueño de los zares desde Catalina la Grande: conquistar Estambul, el Bósforo, el Mar de Mármara y los Dardanelos, uniendo bajo su dominio el Mar Negro con el Mediterráneo y expulsando a los turcos de Europa.
El resto de poderes europeos se opusieron a la presión rusa, retrasando en lo posible la debacle otomana; por ejemplo, derrotando a los rusos en la Guerra de Crimea (1853-56), o corrigiendo en el Congreso de Berlín (julio de 1878) el desastroso (para los turcos) Tratado de San Stefano (marzo de 1878).
2.- Los circasianos, (o Adigueses) son originarios de una región del Noroeste del Cáucaso. A partir de las conquistas rusas de finales del siglo XVIII, su religión musulmana les hizo ser perseguidos por los gobiernos zaristas, y emigraron a los dominios del Imperio Turco, extendiéndose por Palestina, Egipto, Armenia, Anatolia, etc. Eran fieles seguidores del Islam y del Sultán (y Califa).
3.- El Khedive Mehmet Ali Pasha , gobernador de Egipto (1805-1849), a quien se reconoce como fundador del Egipto moderno, era de origen albanés; se rodeó de cuadros militares y administrativos albaneses, que décadas después, junto con los turcos, seguían siendo una especie de aristocracia que dominaba sobre los egipcios.
4.- Obviamente, aunque su intención fuese ejercer presión sin usar la violencia, su aparición fue contemplada por la población de Egipto como una más de las agresiones imperialistas de las potencias europeas, que apoyaban a los “odiados” extranjeros (turcos, albaneses, etc). Nada que no se haya visto mil veces: en España, sin ir más lejos, en la Guerra de las Comunidades de Castilla.
5.- Aunque en nuestra mentalidad del siglo XXI veamos la rebelión anti-imperialista y contra los extranjeros casi inevitable, no siempre ha sido así en el transcurso de la Historia. Sin ir más lejos, en España, la invasión de los “Cien Mil Hijos de San Luis” contó con escasa resistencia. La flota anglo-francesa, sin duda, contaba con que la mayoría del pueblo humilde egipcio, en realidad, apoyaba al Sultán, y que un golpe de intimidación bastaría para que ‘Urabi volviese a obedecer al Sultán.
6.- Gran Bretaña, Francia, Italia, Rusia, Alemania y Austria Hungría. Aparte del Imperio Turco, claro. Pero no contaban con el intrigante Sultán Abdul Ahmid II