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El asesinato de Nasrallah, el arma secreta de Netanyahu y el patetismo de Jamenei

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Ayer el líder de Hizbolá, Hassan Nasrallah, fue pulverizado en un bunker subterráneo ubicado en el suburbio sur de la capital libanesa. Junto con el bunker, al menos 6 bloques de viviendas civiles quedaron reducidos a escombros debido a la potencia del bombardeo. Se habla de más de 300 civiles muertos, aparte de altos mandos de Hizbolá y generales iraníes que participaban en una reunión con Nasrallah. Tras ello, el ejército israelí difundió el mensaje de que ese barrio estaba lleno de bunkers subterráneos donde Hizbolá guardaba armas de última generación, y que la población debía evacuarlo inmediatamente. Pocas horas después, los aviones israelíes lo arrasaban. El arma secreta de Netanyahu volvió a funcionar perfectamente. Dicha arma es el miedo insuperable que infunde a sus enemigos.

Cuando comenzó el genocidio en Gaza, Hizbolá empezó a operar como fuerza de apoyo a los palestinos. Su misión consistió en bombardear el norte de Israel con muchísimo cuidado para no causar víctimas pero, a la vez, provocar una sensación de inseguridad entre los colonos de la zona. Consiguió que más de 70.000 colonos evacuasen sus casas y se largasen al centro y sur de Israel. El mensaje era claro: mientras Gaza siga ocupada por el ejército sionista, los colonos no podrán volver, si bien nos comprometemos a no pasar de aquí, es decir, a no lanzar ataques cuya finalidad sea causar bajas israelíes. Esto dio lugar a varios meses en los que el intercambio de cohetes entre Hizbolá y el ejército israelí era cotidiano pero, a pesar del elevado número de ellos, el día acababa casi siempre sin bajas mortales y, cuando las había, eran escasas y fundamentalmente del lado de Hizbolá. Pronto quedó claro que este nivel de presión era absolutamente insuficiente para forzar una retirada de las tropas israelíes de Gaza, pero suficiente para enfadar a Netanyahu y llevarle a tomar medidas más contundentes.

Comenzaron los asesinatos selectivos de mandos intermedios de Hizbolá en la zona sur del Líbano. Nasrallah advirtió de que si los ataques israelíes pasaban de la zona de conflicto (sur del líbano-norte de Israel) sucederían cosas terribles como el bombardeo por Hizbolá de grandes ciudades como Haifa y Tel Aviv. Eso disuadió a Netanyahu durante unas semanas, hasta que decidió atreverse a bombardear Beirut para matar a un líder de Hamas. La respuesta de Hizbolá fue bombardear la base de inteligencia de Merón, pero con mucho cuidado de no destruirla ni causar bajas entre los israelíes. Netanyahu comprobó que Nasrallah (y sobre todo Jamenei, el clérigo que acapara el poder en Irán y es un apoyo fundamental de Hizbolá) le temían demasiado como para responderle con contundencia. Y poco a poco empezó a lanzar golpes más duros, examinando cuidadosamente las respuestas que iba recibiendo a cada uno. Cuando, hace un más de mes, mató al líder militar de Hizbolá en Beirut y al líder político de Hamas en Teheran, Netanyahu ya tenía bastante claro que el pánico que causaba en Jamenei (que es quien tiene la última palabra sobre las grandes decisiones de Hizbolá) llevaría a que la respuesta fuese simbólica, Pero el resultado fue aun mejor de lo que esperaba: Hizbolá "vengó" a su jefe militar bombardeando un edificio del Mossad vacío de madrugada, e Irán, en el colmo del patetismo, se limitó a repetir una y otra vez que vengarían el atentado contra Haniyeh en su territorio...y nada más.

¿Podían Irán y Hizbolá haber respondido con contundencia a Netanyahu? Sin duda. Es más, Hizbolá en solitario tenía la capacidad de reventar bases militares israelíes e infraestructura crítica gracias a los poderosos misiles que Irán le ha ido transfiriendo vía Siria durante el último lustro. Pero, por miedo, decidieron (decidió Jamenei, no sabemos si Nasrallah estaba de acuerdo o simplemente acató su decisión) no hacerlo, Y Netanyahu se dio cuenta de que tenía las manos libres para acabar con Hizbolá. En las últimas dos semanas comenzó haciendo estallar miles de dispositivos de comunicación (los viejos "buscas") de miembros de Hizbolá causando decenas de muertos y miles de heridos en todo Líbano (terrorismo de Estado puro, pues los hizo estallar a la misma hora y ello provocó la muerte y las heridas de miles de civiles que, en centros comerciales, autobuses o cualquier lugar público estaban cerca de miembros de Hizbolá). Y Hizbolá tampoco respondió. Estaba claro que había carta blanca para liquidar a Nasrallah y comenzar el asesinato indiscriminado de decenas de miles de libaneses en Beirut y otros lugares. Los dos próximos pasos serán invadir el sur del Líbano por vía terrestre y arrasar toda zona de Líbano donde haya cualquier posible presencia de Hizbolá. Y, en Gaza, deportar a la población de la mitad norte de la franja e impedir la entrada de suministros al resto para provocar una hambruna entre la población que acabe dejando el territorio limpio de palestinos para que los colonos puedan ocuparlo.

Era obvio que Israel actuaría como ha actuado si, tras cada uno de sus calculados pasos, sólo veía cobardía por parte de Irán y Hizbolá (que, por cierto, no tuvo reparo en cometer crímenes de guerra en Siria apoyando al carnicero Assad...pero claro, con los débiles es fácil meterse). Muy distinta habría sido la situación si, cuando mataron al líder de Hamás en Beirut hace casi un año, Hizbolá hubiese respondido volando un cuartel militar y liquidando a 100 soldados de golpe, y lanzando el mensaje de que cualquier respuesta israelí derivaría en una campaña inmediata de bombardeos que causaría miles de muertes entre los militares sionistas. Tenían fuerza suficiente para hacerlo, y mucho más con el apoyo de hutíes, iraquíes y del propio Irán. Pero prefirieron (o Jamenei prefirió) guardar las armas en los arsenales esperando a que Israel los volara.

No comprendieron que la única forma de poner de rodillas a un enemigo es golpearle donde más puede dolerle, y una sociedad tan acomodada como la israelí quedaría en shock ante la muerte de un número relevante de sus militares o la voladura de una planta eléctrica que dejase a cientos de miles de colonos sin electricidad. El punto fuerte de los israelíes, aparte del flujo incesante de armas por parte de EEUU, es que no conocen el dolor y tienen la certeza de que hagan lo que hagan son intocables. Por tanto, su punto débil es el sufrimiento, incluso a una escala cien veces menor al que padecen los palestinos. Estoy seguro de que una semana con bajas diarias importantes les habría puesto de rodillas y forzado un acuerdo de retirada en Gaza ¿Y si no? Bueno, el resultado no habría sido más destructivo para Hizbolá que la cacería salvaje a la que los israelíes, sin haber sufrido un rasguño, le están sometiendo llevándose por delante a miles de civiles libaneses inocentes. Pero al menos les habrían golpeado.

Irán, Yemen, Irak y Líbano todavía tienen fuerza más que suficiente para revertir la situación y lanzar una oleada de ataques a la altura de los crímenes sionistas. Pero dudo mucho que lo hagan, entre otras cosas porque todos dependen de la luz verde del decrépito Jamenei, que es muy valiente para perseguir a las mujeres de su país pero no osa plantar cara a cualquiera que pueda suponer una amenaza para su poder en Irán. Existe la posibilidad de que, cuando los israelíes invadan el sur del Líbano, se vean sometidos a una guerra de guerrillas cuyo coste en soldados pueda acabar forzando un acuerdo...pero, visto lo visto, sus términos pueden acabar reduciéndose a una desmilitarización de la frontera con Líbano y dejar en la estacada a los gazatíes. Perder una guerra por falta de recursos es triste, pero perderla por cobardía es una tragedia, sobre todo cuando el futuro del millón de personas internadas en el campo de concentración nazi-sionista de Gaza depende de su resultado.

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