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La "apropiación" de Egipto por los británicos en el siglo XIX (I)

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En el año 1879 el Sultán (y Califa) del Imperio Otomano era Abdul Hamid II. No era estúpido (¡ni mucho menos!), y durante su gobierno intentó frenar el declive del Imperio practicando Dobles Juegos: colaborando con los reformistas (“Jóvenes Turcos”) para proclamar constituciones que dejaban las cosas como estaban, y enfrentando a una nación europea contra otra, por ejemplo.

De hecho, el Imperio Otomano había necesitado, en la segunda mitad del siglo XIX, de la ayuda de Francia y Reino Unido para no desmoronarse ante la presión rusa.1 La contrapartida de dicho apoyo, y de los intentos de Abdul Hamid II por modernizar su país, se tradujeron en una progresiva apertura del Imperio Turco al comercio e influencia de las potencias europeas, continuando las políticas de apertura de sus predecesores, que se habían traducido en la colaboración internacional para abrir el Canal de Suez..

En 1879 un grupo de oficiales egipcios, dirigidos por el Coronel –y líder del nacionalismo egipcio- Ahmed ‘Urabi, inició un levantamiento contra el Khedive (equivalente al Virrey español) Tawfiq Pasha.

Tawfiq había reemplazado a su padre Ismail Pasha, destituido por contraer exageradas deudas que amenazaban con el colapso financiero de Egipto, y por hacerse sospechoso ante el Sultán de albergar intenciones de rebelión. En parte, la destitución se debió a presiones de las potencias europeas, que defendían sus intereses económicos (lo que obviamente produjo mal efecto en los ambientes nacionalistas, e hizo que Tawfiq debutara con mal pie), pero también por la alarma de Abdul Hamid II ante un súbdito que ponía en riesgo su Imperio y amenazaba con independizar a su provincia árabe más rica. El resultado fue una promoción de los súbditos más fieles al Sultán (turcos, circasianos2, albaneses3, etc) en el Ejército y la administración egipcia, con el consiguiente rencor de los árabes egipcios.

La rebelión de ‘Urabi se inició con un sustrato social (humildes contra poderosos) nacionalista (egipcios contra europeos, turcos, circasianos, albaneses, y frente a todos aquellos que el Khedive había favorecido… porque confiaba más en ellos). Como suele pasar, la revuelta de Ahmed ‘Urabi derivó pronto a la revuelta religiosa (sus seguidores le llamaban 'El Wahid' que se traduce por “el Único”) y, en septiembre de 1881, sus apoyos eran tan firmes que se opuso a una orden formal del Khedive de abandonar El Cairo con sus tropas, y dio una especie de golpe de estado: obligó a Tawfiq a nombrar un nuevo gobierno, y un nuevo Parlamento controlado por los rebeldes, y expulsar del Ejército a los oficiales circasianos, albaneses, y otras nacionalidades no egipcias.

En el Reino Unido gobernaban los liberales, con W.E. Gladstone como Primer Ministro. Los liberales ingleses defendían una política anti-imperialista y pacifista, porque la opinión pública británica empezaba a ver el coste en vidas humanas, prestigio social y gasto económico de mantener colonias alejadas de la metrópoli. Y los franceses, escocidos por su derrota ante los prusianos en 1870, no deseaban nuevas aventuras sin el respaldo de otras potencias.

El caso es que, hasta mediados de Mayo de 1882, cuando la situación en Egipto había derivado hacia una semi-independencia frente al Sultán del Imperio Otomano, que no parecía poder asegurar las inversiones anglo-francesas ni las vidas de los europeos (amén de otros súbditos del gobierno otomano, como turcos, circasianos, albaneses, judíos, etc) los británicos no se tomaron las cosas en serio. Una flota anglo-francesa fue despachada a Alejandría, donde llegó el 20 de Mayo, con la intención de apoyar a Tawfiq y al Sultán frente a la rebelión de ‘Urabi4

La flota sólo pretendía apoyar, mediante una "intimidación sin violencia", la autoridad de Tawfiq y del Sultán Abdul Hamid II. Pero lo que ocurrió5 es que se desencadenó una revuelta anti-europea y anti-cristiana que costó la vida de cincuenta europeos y más de cien egipcios (entre partidarios del Khedive y de 'Urabi).

Cuando la noticia del baño de sangre llegó a Londres, la opinión pública y la oposición conservadora exigieron airadamente la intervención militar. Gladstone trató de mantener la calma y convocar una conferencia conjunta de potencias europeas6 y el Imperio Turco para apoyar la autoridad de Abdul Hamid II y de Tawfiq. Dicha conferencia se convocó para el 23 de Junio, en Estambul.

Sin embargo, el Sultán (sorprendentemente para los europeos, que estaban intentando salvar la autoridad del Imperio Turco en Egipto) no asistió. Fiel al doble juego que solía practicar, no quería estar presente para que sus súbditos no le acusasen de “lacayo de los europeos”, mientras por otro lado urgía a Tawfiq para que “aplastase a los rebeldes” e incluso que "diese un café envenenado" a 'Urabi.

(Continuará)

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