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Acoso escolar y policorrectismo

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El reciente vídeo de un niño siendo insultado despiadadamente por sus compañeros de clase el día de su cumpleaños, muestra el infierno que muchos chavales viven en los centros educativos sin que las autoridades encargadas de protegerles tomen las medidas precisas para garantizar su dignidad. A veces por pasividad y otras por impotencia de quienes deben evitarlo, el acoso escolar es un problema real y nada desdeñable en colegios e institutos.

Hay críos que maltratan a sus compañeros porque les maltratan en casa y se desfogan así. Otros simplemente lo hacen porque no tienen el más elemental referente ético: los padres les dan videojuegos, comida basura y 20 euros cada semana, y se desentienden por completo de su educación. Otros viven entre algodones y nunca han experimentado lo que es ser vejado y maltratado, y debido a ello (junto con ciertas tendencias sádicas innatas) ven como un juego hacérselo al prójimo. Todo esto tiene solución en la inmensa mayoría de los casos con las medidas adecuadas para cada chico, pero lo que está claro es que mientras se soluciona, sus compañeros no tienen por qué soportar sus agresiones, máxime en un contexto donde las medidas disciplinarias destinadas a corregirles son un ingrediente clave en la estrategia para civilizarlos.

La única educación buena es la educación en justicia. Esto significa enseñar a cada niño que es sujeto de derechos y de obligaciones, que sus derechos son sagrados y puede reivindicarlos ante cualquiera, sin que la condición de padre-autoridad-profesor-cacique legitime a nadie para conculcar tales derechos (la antítesis de la educación franquista según la cual lo que dijese la autoridad competente iba a misa por aberrante que fuese y el niño debía obedecer o ser molido a palos). Pero a la vez hay que enseñar a cada niño que su prójimo es titular de los mismos derechos que él, entre ellos la integridad física y moral, y que son su patrimonio más sagrado, de modo que quien los viole comete un crimen y debe ser castigado por ello. Obviamente no con castigos físicos, pero sí con tardes enteras encerrado en clase mientras sus compañeros disfrutan del descanso, expulsiones temporales del centro, trabajos en beneficio de la comunidad educativa, etc.

El policorrectismo a veces es profundamente hediondo y es usado por las autoridades como excusa para no cumplir sus deberes. Las típicas frases "son cosas de niños" o "educar no es castigar" encierran un deseo de lavarse las manos y dejar que todo se pudra, con los daños colaterales que suponen los traumas de por vida e incluso suicidios de las víctimas. Porque cuando el castigo es justo, educar es castigar, precisamente para que el castigado vea que sus actos tienen consecuencias y causan daño, y experimente en sus carnes parte de ese daño, se ponga en la posición de la víctima y empiece a comprender lo miserable que está siendo. Porque no son cosas de niños, son comportamientos tiránicos y violentos sumamente graves que destrozan a los agredidos y que, si no se corrigen en la infancia, acabarán constituyendo el código de conducta de los futuros adultos. Y porque la dignidad de las víctimas está por encima de todo, independientemente de que se deban tomar las medidas psicosociales para que los agresores superen sus problemas y dejen de serlo. Dejar que los agresores campen a sus anchas no es una de esas medidas, pues seguirán igual de hundidos en las causas que provocan sus comportamientos infames y los centros educativos acabarán convirtiéndose en auténticas selvas.

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