«Algo que me sorprende mucho, es que no hay ningún método de gestión del esperma. Con la menstruación tenemos las copas, las compresas, las bragas menstruales, los tampones, hay un montón de métodos para gestionarla cuando, de alguna manera, es más involuntaria. Sin embargo, con la eyaculación no hay nada. Sánchez Andreo constata que siguen siendo comunes los métodos poco higiénicos para contener el esperma, creando sobre la eyaculación un aura sórdida sobre un evento fisiológico, que solo se explica debido al tabú que persiste sobre la sexualidad. «Me sorprenden muchos relatos muy escatológicos de gestión del esperma. Adolescentes que se lo embadurnan por el cuerpo y que dicen ''ya me ducharé'', casos en los que sale disparado por todos lados y, con la ropa de cama, hacen una bola y ya alguien lo limpiará. O el uso de calcetines sucios donde los niños introducen el pene antes de eyacular. Me imagino un calcetín de un adolescente abandonado debajo de la cama y pienso en la poca dignidad que hay en ese acto. Creo que, si puedes tener con dignidad un papel de váter en la mesilla de noche, una papelera o una toallita con tu nombre, algún elemento un poco más consciente y digno, creo que nos ayudaría a construir una sexualidad más higiénica, responsable y, en definitiva, más digna».
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