-- ¿Antonio? --dice Lucía a su marido.
-- ¿Sí, cariño?
-- Deberías coger la pala y retirar la nieve de la entrada. Alguien podría pasar, caerse, hacerse daño y denunciarnos. Casi todos los vecinos ya la han retirado.
-- ¡Ah, no! ¿Has visto esta noticia? --Antonio le pasa el móvil a su mujer--. Dice que es un riesgo para el corazón, vamos, que te puedes quedar frito. Un par de personas ya la han palmado, ¡poca broma!
-- Vaya, pues es una pena...
-- ¿Una pena? ¿El qué? ¿Los dos muertos? Pues claro que es una pena, eso.
-- No, lo decía porque después tenía pensado que... también despejaras los conductos en nuestro dormitorio.
-- ¡¿Pero qué conductos?! --espeta Antonio, perplejo--. ¿Que no va bien la calefacción? Pero si la usamos cada noche y va perfecta.
Su mujer le mantiene la mirada sin hacer ningún gesto.
-- ¿Los del aire acondicionado? Ya sé que se ha de limpiar regularmente por lo de la legionella, pero, ¿no podemos esperar al verano para mirar eso? ¡Si ahora no lo usamos! ¡Es que siempre metiendo prisa! ¡Anda ya, mujer! Que no será tan grave. Ni, desde luego, urgente...
Lucía se saca una teta. Antonio resta completamente inmóvil durante tres segundos salvo los ojos: dos mirando el seno de su mujer y uno de vuelta mirándole a los ojos, con un parpadeo en medio.
-- ¡Voy a por la pala! --dice Antonio antes de salir disparado camino al garaje.