"La cultura humana ha mutado en una máquina de marketing sociopática dominada por las prioridades económicas y la manipulación psicológica. Nunca antes un sistema cultural había inculcado a sus seguidores que suprimieran tanto su humanidad. A la cabeza de esta toma hostil de la psique colectiva se encuentran industrias de propaganda y desinformación cada vez más sofisticadas que trafican con la ilusión de la felicidad del consumidor amplificando salvajemente nuestras expectativas del mundo material. Los consumidores de hoy en día son, con diferencia, las personas más propagandizadas de la historia. El efecto implacable y repetitivo es altamente hipnótico, disminuyendo las facultades críticas, reduciendo el sentido de uno mismo y transformando la irrealidad comercial en un sustituto del significado y el propósito.

Cuanto más perdidas, desorientadas y derrotadas espiritualmente estén las personas, más susceptibles serán a la persuasión y más acabarán comprando las expectativas de consumo sobrevendidas. Pero en la cultura de la irrealidad, las expectativas hiperinfladas chocan continuamente con la realidad de la experiencia. Como nada está a la altura de las expectativas, el mundo del consumidor es en realidad un ejercicio continuo de decepción. Aunque la mayoría de las decepciones son menores y fáciles de disociar, se acumulan en un fondo emocional de frustración a medida que se desatienden necesidades humanas más profundas. La inanición continuada de estas necesidades alimenta la desilusión sobre el propio enfoque de la vida. Con el tiempo, los supuestos básicos de las personas pueden volverse inestables."