El problema del campo antivacunas es que se mezclan objeciones razonables sobre la obligatoriedad de las vacunas o gente que, legítimamente, quiere conocer más datos sobre el balance beneficio y riesgo de las vacunas, con muchos otros activistas del conspiracionismo que un día ponen un enlace a una firma de abogados serios que cuestionan la constitucionalidad del estado de alarma y al siguiente un enlace a bulos sobre los muertos por la vacuna o sobre chorradas de imantados. Y eso hace que los argumentos válidos queden enterrados entre un montón de mierda. Un ejemplo es el infame medio digital Rambla Libre, financiado por el policondenado Alberto Royuela y su familia, y dirigido por el no menos infame Enrique de Diego, el Capitán Haddock del periodismo español.
En el campo provacunas, también tenemos nuestros propios talibanes, también: declaraciones de políticos o activistas exigiendo la vacuna por lo civil o lo militar; pidiendo el confinamiento obligatorio para quien no se vacune o, en general, la implantación de medidas obligatorias de dudosisima eficacia (como el intento de obligar a portar la mascarilla, cerrar la hostelería, etc, con esta última variante) que no hacen más que servir de argumentación a los antivacunas y, en general, de mofa y befa. Por ejemplo, que en teoría hay que llevar mascarilla en el exterior, pero puedes quitartela si consumes en un bar...
Al final debería haberse seguido el debate científico con sentido crítico y sabiendo que lo que la ciencia conoce hoy, puede ser distinto de la verdad absoluta, en lugar de seguir a conspiranoicos y activistas bocazas
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Exactamente.
El problema del campo antivacunas es que se mezclan objeciones razonables sobre la obligatoriedad de las vacunas o gente que, legítimamente, quiere conocer más datos sobre el balance beneficio y riesgo de las vacunas, con muchos otros activistas del conspiracionismo que un día ponen un enlace a una firma de abogados serios que cuestionan la constitucionalidad del estado de alarma y al siguiente un enlace a bulos sobre los muertos por la vacuna o sobre chorradas de imantados. Y eso hace que los argumentos válidos queden enterrados entre un montón de mierda. Un ejemplo es el infame medio digital Rambla Libre, financiado por el policondenado Alberto Royuela y su familia, y dirigido por el no menos infame Enrique de Diego, el Capitán Haddock del periodismo español.
En el campo provacunas, también tenemos nuestros propios talibanes, también: declaraciones de políticos o activistas exigiendo la vacuna por lo civil o lo militar; pidiendo el confinamiento obligatorio para quien no se vacune o, en general, la implantación de medidas obligatorias de dudosisima eficacia (como el intento de obligar a portar la mascarilla, cerrar la hostelería, etc, con esta última variante) que no hacen más que servir de argumentación a los antivacunas y, en general, de mofa y befa. Por ejemplo, que en teoría hay que llevar mascarilla en el exterior, pero puedes quitartela si consumes en un bar...
Al final debería haberse seguido el debate científico con sentido crítico y sabiendo que lo que la ciencia conoce hoy, puede ser distinto de la verdad absoluta, en lugar de seguir a conspiranoicos y activistas bocazas