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El juego trilero de la "centralidad política"

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Qué pretenden dar a entender con "centralidad política", ¿se refieren quizás a la reivindicación pusilánime y obtusa de ideas superficiales?

Permiten que la gente muestre disconformidad ante aquello que ataca a sus intereses, pero con la boca pequeña, o serán tachados de extremistas. Y debiendo resignarse ante esas minorías que, cuando oyen hablar de 'democracia', intercambian miradas esbozando una maliciosa sonrisa de complicidad mientras manejan los resortes fundamentales de la estructura de poder y mantienen una estrecha relación de concupiscencia con nuestros infames gobernantes.

¿Es acaso equiparable la defensa férrea y sin ambages de la Ley, la Democracia o los Derechos Humanos que nos conciernen directamente, que la misma vehemencia dedicada a sostener alegatos racistas, machistas, anacrónicos y, por ende, deleznables?

Parece una conducta diseñada para anular a esos sectores de la sociedad que, históricamente, han estado en disposición de cambiar las cosas en favor del común de la ciudadanía para, con ello, postergarnos en la indefensión y continuar con el saqueo impune e inmisericorde de las arcas públicas. Con la singularidad de que hoy en día dichos colectivos son catalogados como radicales para provocar una similitud fonética con terroristas que se dedican a asesinar inocentes de un modo mezquino e indiscriminado, y todo por tratar de ejercer derechos amparados por la Constitución vigente.

Es tanto o más ridículo y enfermizo que establecer equidistancias entre un demócrata que, cabalmente y colmado de legitimidad, muestra aversión hacia el fascismo, y quien profesa o justifica esa "ideología" con vocación genocida.

No se autodefine, sino como un absurdo tendencioso que se manifiesta con la difusión de una orgía de "información" maledicente plagada de entelequias argumentales, sesgo político, lexicológico y banalización vertidos sin ningún rigor, que, bajo la criba del debate, degenera en situaciones rocambolescas que trascienden lo kafkiano.

Cuando, a la postre, se reduce a una estratagema perniciosa que utilizan para, deformando el lenguaje, monopolizar el "centro político" con sujetos deshonestos e indiferentes que responden abiertamente a propensiones espurias; motivo por el que nunca harán una defensa efectiva de los bienes jurídicos más sensibles que se encuentran en el frontispicio para su literal desguace y venta a los grandes beneficiarios del clientelismo. Aderezado por el designio inflexible de evitar la exposición del desmesurado margen de recursos que nos ha sido confiscado por sus gerifaltes.

Dadas las circunstancias, adquiere sentido que se ataque deliberadamente a la sana radicalidad, ya que impulsa a las personas a combatir la raíz esencial de los verdaderos problemas que nos afligen a día de hoy después de inferir
objetivamente que éstos residen en la ignominiosa existencia de paraísos fiscales, fraude electoral, financiación ilegal, puertas giratorias, ausencia de separación de poderes, y un largo etcétera que no se plantean siquiera modificar.

Por lo que, destilando un fariseísmo insolente, les parece preferible quedarse en lo accesorio y predicar "moderación" presuponiendo que todos ignoramos que personifican uno de los principales factores que, datos en mano, comprometen la viabilidad de su mal amado Estado del bienestar. Resultando aún más desalentador que lo presenten como un desenlace inexorable por seguir contando con la aquiescencia de ese "centrismo" falsario.

En definitiva, debe ser que el susodicho espacio político concede una suerte de bula para cometer todo tipo de iniquidades, como que un Fiscal anticorrupción pueda utilizar su cargo para procurar el amparo y la despenalización del crimen organizado con participaciones en una sociedad offshore, nada menos.

¿Hay algo que pueda perturbar más la estabilidad que esta situación de incertidumbre permanente con la que están amedrentando a la población? Era una pregunta retórica. Son los valedores de la estabilidad, pero de la servidumbre y el latrocinio, y para decirlo me baso en la aplicación de una nueva batería de medidas que persevera en el error, y garantiza la mediocridad del país a medio y largo plazo expulsando el talento, y reduciendo paulatinamente la ya raquítica inversión en educación y en i+d, muy conscientes de que tal coyuntura les garantiza futuros triunfos electorales.

Con la reincidencia de una izquierda impostada que obra en contra de quienes representa, y una derecha que es cualquier cosa menos liberal, acostumbrados a vivir como dioses a costa del erario público, se define en una cuestión que todavía tiene cabida por la oportuna creación del concepto de "posverdad" como arma político-mediática. Pero el verdadero problema reside en que cuentan con una audiencia acrítica que consume gustosa ese tipo de contenidos, y prefieren creerlos aunque sean falsos no sancionando a quienes les engaña. Una rémora social que, dramáticamente, ha propiciado la mayor pérdida de derechos de la historia reciente.

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