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El inmueble fue la histórica sede del Gobierno vasco en la capital francesa desde 1937 a 1940, adonde se trasladó ante el avance de las tropas de Franco en la Guerra Civil. El PNV sostiene, basándose en estudios históricos, que fue adquirido con fondos recibidos de militantes de este partido recibidos desde México y Cuba, lo que le darían la titularidad en aquella época. Para sufragar la compra se hicieron transferencias económicas en septiembre de 1936, fechas en las que aún no se había aprobado el Estatuto de Gernika (1 de octubre de 1936), ni constituido el primer Gobierno vasco de José Antonio Aguirre (7 de octubre del 36).

Tras la entrada de las tropas alemanas en París en junio de 1940, el edificio fue ocupado por la Gestapo, y pasó a convertirse en la sede de Falange y cedido a las autoridades franquistas. Después, en 1952, se convirtió en la Biblioteca Española. Cuatro décadas después, en 1991, cuando se fundó el Cervantes, este la integró a su red de bibliotecas y en 2006 la rebautizó como Octavio Paz.

El PNV batalló incluso en los tribunales, pero en 2003 el Tribunal Supremo falló en su contra, al entender que el edificio de Marceau “nunca fue incautado en aplicación de la ley franquista de responsabilidades políticas y que su integración en el Patrimonio del Estado [español] se efectuó en virtud de sentencia judicial” de un tribunal parisino. Se refiere a una resolución de 1943,muy criticada por los nacionalistas porque se dio gracias a la “connivencia entre las autoridades alemanas de la ocupación y el Gobierno franquista, con presiones hacia el tribunal en la prefabricación del fallo”. El Tribunal del Sena señaló en 1943 que la procedencia de los fondos para adquirirlo eran “falsos”, y procedían de “robos o confiscaciones del tesoro español”, pero el investigador Jean-Claude Larronde sostuvo que eran de militantes del PNV.


Cuenta Anasagasti, en declaraciones a EL PAÍS, que los representantes del PP llegaron a poner precio al emblemático inmueble parisino: “5.000 millones de pesetas”. “La voluntad de ponerlo en manos del PNV era clara”, recuerda el exdirigente nacionalista. Eran tiempos en que había una mayor sintonía entre Xabier Arzalluz y Aznar, entre el PNV y el PP. Recuerda que “el entreguismo del PP era bochornoso”. Y rememora la siguiente anécdota: “Aznar nos dijo en su despacho, tras firmar el acuerdo, que una de sus mayores ilusiones era sacarse una fotografía con el Guernica de fondo en Bilbao, porque su padre nació allí”. Pero llegó el pacto de Lizarra (1998) y los compromisos entre el PP y el PNV se fueron al traste.
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