Como faltaban algunos cardenales, los romanos, temiendo que fuera elegido un extranjero y que el papado se trasladara de nuevo a Francia, echaron la puerta abajo y amenazaron con cortarles a todos la cabeza si no votaban a un romano o, cuando menos, a un italiano.
Así se negocia una investidura como Dios manda.
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Así se negocia una investidura como Dios manda.