#4 esa es una propuesta razonable a un ataque que sí hemos visto en el feminismo. Pero este relato farysiano contra el "hombre blandengue" es tirarnos piedras al tejado, ninguno aguantaría ser el hombre de los años cincuenta del siglo XX, ni siquiera aguantaríamos ser el hombre de los ochenta, empezando por el mullet.
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