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Snöbflinga

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[traducción en la entradilla] (James Mitchell @jimmike, artículo original en thetexasindependent.com) Desde su casa de Pflugerville, en el mismo Austin, Colin Clive y sus socios crearon Snöbflinga una startup que vende servicios de offshoring basados en software abierto. Aunque no son únicos en su campo se posicionaron en los primeros puestos gracias a una afortunada colaboración con la administración y han logrado extenderse en pocos años por todo el estado.

Pese a su éxito no renunciaron a sus principios, y a la vez que crean empleo y generan riqueza difunden el software abierto haciendo talleres donde se familiariza a los niños con la filosofía de la empresa. Snöbflinga es un ejemplo de cómo una startup que creció sobre la comunidad de recursos abiertos puede progresar en un medio competitivo. Y progresan. Sin embargo, al igual que les ha ocurrido a otros emprendedores, ellos también se han encontrado con problemas, no tan graves como los trabajadores que saltan, literalmente, de compañías europeas, pero suficiente para comprometer a sus socios. El primer desencuentro ocurrió cuando Clive tomó la decisión de despedir a dos programadores gays que habían formalizado su relación. En una entrada del blog corporativo Clive explicó que era necesario llegar a un consenso en el que tanto los trabajadores liberales como los conservadores se sientan cómodos. Clive no quiere arriesgarse a minar la moral de los equipos permitiendo expresiones de afecto que sobresaltan a muchos trabajadores. Otra decisión que ha creado malestar es la normativa que excluye a los afroamericanos de los niveles superiores ejecutivos y técnicos. Ya no hay gente demasiado morena ni en la computación, ni en los equipos que toman las decisiones importantes. Sin embargo Clive y sus socios aseguran no tener prejuicios acerca de la gente de color. No creen que las personas blancas sean superiores al resto de razas, sólo piensan que a causa de factores genéticos se encuentran más predispuestos a manejar operaciones de lógica necesarias en la gestión de empresa y en la creación de software. Reconocen las excepciones, pero conjeturan que incorporarlas no compensa el bajo rendimiento que experimentan los equipos cuando se mezclan las razas. Los afroamericanos tienen su lugar en la limpieza y el mantenimiento de las instalaciones de la empresa, y son tan necesarios para el buen funcionamiento de la compañía como cualquier otro trabajador que se encuentre en cualquier otro puesto en la jerarquía.

La protesta de los sectores más politizados ha sido instantánea. Grupos de padres se negaron a llevar a sus hijos a los talleres de software. Unas madres se reunieron delante de las puertas del centro gritando consignas, ¡llegaron a lanzar huevos! Algunos socios contagiados por el pánico moral amenazan con revisar sus acuerdos comerciales. El Estado debería intervenir, en algún sentido, pero de momento el gobernador Norris parece estar desentendiéndose del problema acuciado por los recientes incidentes en la frontera con México. Ante la desidia del gobierno y la violenta reacción desencadenada por los liberales no sería mala idea dejar enfriar la polémica antes de que los extremistas acaben dañando irremediablemente la imagen de la empresa, o provoquen disturbios que se propaguen por el estado. El conflicto poco tiene que ver con los ideales de Snöbflinga, pues estos ideales son nobles y sólo buscan que personas de toda condición y raza gocen de mayor libertad con su software y computadoras. En algún momento habrá que contemporizar, porque los muchachos de Snöbflinga no son rednecks testarudos e intolerantes. En Twitter sus CEO son tipos divertidos que escriben comentarios desenfadados. En Youtube vemos a Clive expresando la posición de la compañía mediante una plática instruida y desenvuelta, vistiendo casual, sin corbata y calzando deportivos. En general son buena gente, trabajan bien y lo hacen por una buena causa. Pero correrán peligro de naufragar si no tenemos amplitud de miras y nos dejamos llevar por inoportunos radicalismos.

En medio de la crisis y a las puertas de un conflicto con nuestros vecinos no es el mejor momento para poner en tela de juicio el ordenamiento de las relaciones amorosas o la forma de organizar a las plantillas que tiene una empresa privada. Snöbflinga funciona, en conjunto es una empresa que no sólo propaga buenas ideas, también es un importante motor económico para la comunidad. Después de todo, si cambiamos a gays o a afroamericanos por mujeres, nos encontramos con el mismo caso en la Iglesia Católica, una institución gigantesca, milenaria, respetada y guía moral de millones de personas. Ninguna democracia liberal ha obligado a la Iglesia a alterar la forma en que organizan su jerarquía a causa de los imperativos de nuevas ideologías ¿No hay una enseñanza corporativa sobre la tolerancia que tomar de ahí? Los ejecutivos de Snöbflinga sólo son seres humanos llevando una empresa corriente, no les pidamos más que a los representantes de Dios en la Tierra.

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