¿Y si lo más innovador en educación fuera no innovar?
Lo importante sería plantearse la necesidad de volver al tocino y dejar la velocidad para otros. De volver a los clásicos. De dejar de innovar a golpe de mercado o destellos brillantes que se le ocurre a alguien. Quizás lo más innovador en pleno siglo XXI sea no innovar. Lo sé, es contradictorio, pero al igual que la innovación es contradictoria per se, también lo es la no innovación. Toda reforma tiene su contrarreforma. Y tan válida es una cosa como la otra si los motivos que impelen cualquiera de las dos opciones tiene que ver con la mejora.