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El secreto tras la máscara de Michael Myers

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Michael Myers es mi psicópata favorito. Vi la primera película de su saga (filmada en 1978 con un presupuesto bajísimo) cuando tenía unos 15 años, y me encantó por dos motivos. El primero es muy simple: Michael Myers es una siniestra y mecánica máquina de matar que, precisamente por la falta de explicaciones acerca de las interioridades de su mente, permite hacer volar la imaginación del espectador acerca de su naturaleza. Y como los secretos de la oscuridad siempre son más inquietante que cualquier cuento de terror ideado por la mente humana, la historia sale ganando. Las mejores historias de terror son las que ofrecen unas premisas elementales verdaderamente macabras y dejan que cada uno construya su particular pesadilla sobre las mismas.

El segundo motivo es la máscara. Michael Myers no conoce el miedo ni tiene reparo alguno cuando la lleva puesta. Pero si se la quitan queda paralizado (como observaréis en la foto) y no puede hacer nada hasta que no vuelve a ponérsela. La secuela que hizo Rob Zombie (creo recordar que se llama Halloween El Origen) también resalta cómo, de niño, Michael Myers se cubre continuamente con una máscara para ocultarse del maltrato que sufre en casa, el acoso escolar que padece, etc.

La máscara significa invulnerabilidad, una barrera que separa al individuo de lo que le rodea, de las amenazas externas, de sus debilidades internas y de las consecuencias de sus actos. La máscara hace desaparecer al pobre diablo atemorizado por tantas cosas y despierta a la bestia sin límites. Ambos convivían en un mismo cuerpo, la bestia estaba atada pero la máscara desvaneció al hombre pusilánime y soltó sus cadenas. Y plantea una pregunta a cada espectador ¿Cómo actuarías si estuvieses totalmente convencido de que lo que hagas no tendrá consecuencias, dado que la máscara te protege?

La máscara nos recuerda la enorme complejidad de cada mente humana, con incontables luces y sombras, deseos ocultos, perversiones, frustraciones, odios, debilidades, impulsos violentos, mezquindades, vilezas, traumas, destellos de nobleza, faros de bondad, fuentes de valentía, mares de fortaleza y serenidad, y volcanes de heroísmo. Nos recuerda que cada uno somos un tablero de ajedrez mutantes, donde las casillas blancas y negras varían en número y ubicación. Nuestra voluntad y nuestro compromiso con la profundización diaria en la sabiduría y en el cultivo de la parte luminosa de nuestro ser, son las mejores garantías para mantenernos lejos de la máscara de Michael Myers...y tantas otras socialmente mucho más aceptadas pero no por ello menos aterradoras.

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