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Ideología, ciencia e hipocresía

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Un equipo de arquitectos recibe miles de toneladas de materiales de obra. Con ellos pueden construir un palacio apoteósico para un solo hombre o cientos de casas para familias. Ambos proyectos son absolutamente viables desde un punto de vista técnico, pero los arquitectos ejecutarán el que ordene aquel que les paga, y dentro del precio estará la defensa pública que los arquitectos deberán hacer del mismo, afirmando ante cualquiera que era el único proyecto técnicamente posible y avalado por la ciencia.

Prácticamente todos tenemos ideología y, dejando aparte a quienes defienden un discurso simplemente porque les pagan por ello, nos condiciona en todas las facetas de nuestra vida. Un profesor de Derecho que a la vez se ubique en la derecha rancia, defenderá a ultranza la inviolabilidad del rey pese a que tal concepto es contrario a la justicia más elemental. También hará una interpretación centralista de los preceptos constitucionales relativos a la organización territorial del Estado, satanizará al independentismo, apoyará la Ley Mordaza y se desentenderá completamente de los derechos sociales.

Yo, que soy republicano y socialista por este orden, me he dedicado a escribir sobre derechos sociales, desobediencia civil y democracia participativa dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=2963612 porque considero que el Derecho es un instrumento que sólo tiene sentido y legitimidad si se usa para garantizar la dignidad de cada individuo, y esa dignidad sólo se respeta cuando la persona deja de ser súbdita y se convierte en ciudadana, lo cual implica el absoluto control popular de la instituciones y el poder político, así como el aseguramiento a cada individuo de oportunidades reales de desarrollo personal y acceso a las prestaciones y recursos que precisa para que todos sus derechos humanos sean respetados. Y admito que es mi ideología la que motiva mis preferencias de investigación.

Durante las pruebas de la plaza de profesor contratado a la que se refiere esta noticia www.eldiario.es/sociedad/justicia-anula-dedazo-adjudicacion-plaza-prof uno de los miembros del tribunal me dijo que mis textos publicados estaban plagados de ideología. Y efectivamente es mi ideología republicana y socialista la que me lleva a elegir unos temas de investigación y no otros, así como a opinar, por ejemplo, que la inviolabilidad del rey es una aberración grotesca que contradice la más elemental igualdad entre españoles e institucionaliza la libertad absoluta para delinquir de un sujeto simplemente por haber nacido en una familia. Aunque, pensándolo bien, la inviolabilidad regia debería repugnar a cualquier demócrata independientemente de su ideología.

Ahora bien, lo que no puedo admitir es que, como sucede generalizadamente en este país, se me diga que mezclo ciencia e ideología cuando todos sabemos que la ideología impregna absolutamente todo y a todos, aunque los conservadores tengan la mala costumbre de afirmar que sus mantras (defensa de la monarquía, centralismo, democracia representativa anquilosada, restricción de los derechos LGTBI todo lo que sea posible dentro de la UE, defensa de la sociedad de castas que llevamos arrastrando desde hace siglos, defensa de "tradiciones" arcaicas y sanguinarias como los toros...) no es ideología sino orden natural de las cosas.

En todos los niveles educativos a partir de Primaria, se reproducen en determinadas asignaturas discursos, actividades y enseñanzas que contienen alabanzas a la monarquía, defensa acrítica del régimen actual, apología de la tauromaquia o la caza en las comunidades autónomas donde PP y Vox gobiernan en coalición... y todo eso es ideología. Cuando es el profesor el que defiende estos discursos de forma espontánea, está sin duda amparado por su libertad de cátedra (si bien se hace necesario que haya otros profesores que contemos al alumnado las verdades del barquero y así cada estudiante pueda formarse su propio criterio). En ambos casos y con idéntica intensidad, los profesores expresamos nuestra ideología durante la impartición de la asignatura, que es precisamente lo que ampara la libertad de cátedra, un derecho fundamental.

El discurso de que los rojos quieren sustituir el rigor técnico y la ciencia por su ideología tiene otras muchas manifestaciones, por ejemplo en el ámbito de la economía. Cuando un economista de izquierdas defiende subidas de impuestos a las clases altas o aumento del SMI, enseguida aparece la corte de economistas conservadores (muchos de ellos financiados por Ayuso y cía, como por ejemplo Daniel Lacalle) a decir que eso es científicamente imposible y nos llevará al desastre. Cuando el Gobierno le echa narices e implanta la medida, se observa que era absolutamente viable y que el mundo no se ha acabado, sino que ha mejorado. Es decir, no era una aberración contraria a la ciencia, sino una propuesta progresista que chocaba con la ideología de quienes, amparando sus dogmas ideológicos en una falsa verdad científica, defendían los privilegios de los de siempre.

Huelga decir que la implantación generalizada de este falso mantra en las conciencias de los ciudadanos, otorga a la derecha una posición de ventaja sumamente valiosa, pues la gente concibe a los progresistas como analfabetos dogmáticos y a los conservadores como rigurosos estadistas que se limitan a hacer lo único posible desde un punto de vista científico. Por suerte, cada vez más gente se da cuenta de la falacia y no se la traga.

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