Cuando Churchill planeó la guerra biológica y dejó una isla escocesa inhabitable
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A finales de 2001 se desató en Estados Unidos una oleada de pánico. Ese año hubo más de dos decenas de ataques con carbunco en simples cartas cargadas de esporas de ántrax enviadas a desconocidos y que supuso que hasta cinco personas fallecieran. Se habló por entonces de una nueva amenaza, la del “bioterrorismo”. Nada más alejado de la realidad, porque ese mismo sistema y a una escala infinitiamente superior estuvo a punto de utilizarse por el Reino Unido varias décadas antes, durante el transcurso de la Segunda Guerra Mundial.