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El Bombardeo de El Pilar de Zaragoza ¿por qué no explotaron las bombas?

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Sobre las 3 de la madrugada del lunes, 3 de agosto de 1936, un avión sobrevoló la ciudad de Zaragoza y soltó tres o cuatro bombas sobre la Basílica de El Pilar. (IMAGEN)

Vamos a estudiar un poco este episodio, que ha sido objeto de muchas discusiones, y trataremos de poner en claro unas cuantas cosas. Recomiendo ir viendo las imágenes en las Notas.

Sólo quince días antes, el 18 de Julio, un Pronunciamiento que pretendía dar un “golpe de timón” a la República Española había fracasado, causando la polarización del país en dos bandos. Y una Guerra Civil.

Zaragoza (pese a que su Gobernador Militar, Miguel Cabanellas, era republicano y masón) había caído en manos de los sublevados, como las otras dos capitales de provincial aragonesas. Siendo una ciudad cuyas fuerzas anarquistas eran muy poderosas, puede parecer sorprendente que cayera en manos de los rebeldes; pero la descoordinación entre quienes se oponían al golpe, la falta de armas de gran calibre (en muchas ciudades españolas, la reticencia de las autoridades a entregar armas al pueblo selló su destino); y, en Zaragoza, la cercanía a Navarra (que podía movilizar en pocos días más de mil requetés voluntarios contra la ciudad), decidieron la situación. Y, a pesar de que la resistencia al Golpe fue escasa, las represalias fueron horribles, como correspondía al odio de los rebeldes contra los movimientos obreros.

La sorpresa y rabia que causó en Barcelona la caída de Zaragoza (que se consideraba una de las capitales del anarquismo español) en manos de los rebeldes, movilizó a las fuerzas revolucionarias, sobre todoa los anarquistas. Se organizó la “Columna Durruti”, que partió de Barcelona a la reconquista del Aragón Occidental y las tres capitales aragonesas. La falta de una estrategia adecuada, la indecisión de los mandos (Durruti quería alcanzar Zaragoza, pero los militares profesionales se llevaron las manos a la cabeza ante la posibilidad de un avance sin protección en los flancos) y la inadecuada preparación de los milicianos para el combate a campo abierto (a finales de julio, en un intento de tomar Pina de Ebro y Osera, la aparición de tres aviones de los sublevados provocó una huida desastrosa de los milicianos, que no fue peor por la intervención de algunos mandos) tuvieron como consecuencia la estabilización del frente ante Pina de Ebro, a unos 30 km de Zaragoza.

En Julio del 1936 había en España unos 400 aviones de cualquier tipo; 100 de ellos aviones comerciales, el resto formaban la Aeronáutica Naval y la Aeronáutica Militar. De los aviones militares-navales, unos 200 quedaron en manos del Gobierno, y unos 90 de los sublevados. Sin embargo, los aviones militares habían sido objeto de un mantenimiento desastroso, y muchos apenas eran útiles. Por lo tanto, paradójicamente, los primeros aviones que se utilizaron en misiones de bombardeo y hostigamiento de tropas fueron, en su mayoría, aviones de las Líneas Aéreas Postales Españolas (LAPE), modificados para uso militar, colocando bajo las ventanillas unos soportes para bombas.1

Uno de ellos, un Fokker trimotor F VII EC-PPA, fue el que el 3 de agosto, partiendo de Barcelona (el Prat), bombardeó Zaragoza.

Al parecer, lo pilotaba el alférez Manuel Gayoso Suárez,2 pionero de la Aviación española, que el 18 de julio estaba al servicio de las LAPE, y se puso a disposición de la República Española. Era un aviador muy experimentado, pero cuya experiencia en combate se remontaba a la Guerra de Marruecos, donde el bombardeo y ametrallamiento de fuerzas hostiles solían hacerse a baja altura para amedrentar más a los rifeños.

Hay quien dice que las instrucciones (dadas por el Tte Coronel Felipe Díaz Sandino, jefe de El Prat) eran bombardear específicamente El Pilar, como parte de la guerra psicológica. Otros dicen que se intentaba destruir el Puente de Piedra, que está justo tras El Pilar, para evitar que se pudiese reforzar la capital aragonesa. Esta última explicación no me parece muy lógica, pues los refuerzos que podía esperar Zaragoza provendrían de Navarra, y no entrarían por el Norte, sino por el Oeste de la ciudad.

Todos los testigos concuerdan en que el avión iba a baja altura (“casi tocando las cúpulas del Pilar” dijeron algunos, en lo que parece una clara exageración), lo que concordaría con un bombardeo con fines de terror psicológico.

También hay cierta discrepancia en si el avión soltó tres o cuatro bombas.

Dos de ellas cayeron encima del tempo, agujereando la techumbre y dañando unos frescos de Goya, y cayeron en medio de la Iglesia, destrozándose sin estallar. Recordemos que, al producirse de madrugada, pocos daños humanos podrían haber causado aunque hubiesen explotado.

Una tercera bomba, que tampoco explotó, cayó en lo que hoy es la explanada ante El Pilar, frente a un relieve de la Virgen (que entonces no existía) y frente a la calle Alfonso I, quedando impactada en el suelo3 y dejando un agujero en forma más o menos cruciforme,4 que la posterior propaganda franquista aprovechó para remarcar el posible imagen milagroso.

De estas tres bombas, dos de ellas se conservan, expuestas al público, en el templo.5 En los últimos tiempos han sido objeto de polémica: las Asociaciones de la Memoria Histórica y otras organizaciones han pedido su retirada, cosa que aún no se ha logrado. Por otro lado, su perfecto estado de conservación, después de una caída de varios cientos de metros, han hecho dudar a algunos de que sean las auténticas bombas, o de que no hayan sido objeto de una seria restauración.

El paradero de la tercera bomba no se conoce con seguridad: Hugh Thomas decía que había ido a parar a manos de un conocido líder carlista (Fal Conde) aunque otras personas han hablado de otros destinos.

Hay testigos que afirman que fue lanzada una cuarta bomba, que cayó en las aguas del Ebro y, obviamente, nunca fue recuperada. Otros testimonios lo niegan.

Con todo lo dicho, queda por explicar, quizás, lo más importante: ¿Por qué no estalló ninguna de las bombas? Hubo quien dijo que, dada la “casualidad” de no haber estallado ninguna bomba, podría ser una operación de “falsa bandera” organizada por los rebeldes para enfurecer a la población católica (y hacerles creer en una protección milagrosa); pero esa explicación debe ser descartada con rotundidad, puesto que incluso los republicanos reivindicaron el bombardeo en su día.6

Al día siguiente del suceso, el Parque de Artillería de Zaragoza estudia los restos de la bomba que se había incrustado frente a El Pilar, porque era la única que quedó intacta. Fuera de explicaciones sobrenaturales, y sin negar la concurrencia de otros hechos (como el mal mantenimiento de las bombas en los almacenes militares, o la frecuencia de sabotajes de “fascistas” encubiertos, aunque esto difícilmente podría haber afectado a las tres o cuatro bombas), los artilleros daban dos explicaciones:

- En primer lugar, las bombas lanzadas están construidas para ser lanzadas desde los 500 metros, como mínimo, y todos los testimonios insisten en que el avión volaba mucho más bajo. Si nos fijamos en el croquis de la bomba,7 vemos que en la parte inferior la bomba llevaba una hélice, que giraba al caer, desatornillando el muelle que se aprecia en el dibujo. La aguja que lleva engarzado el mecanismo se va separando del fulminante y, al golpear contra el suelo, golpea contra dicho fulminante, provocando su ignición. Pero para percutir con la suficiente fuerza se necesita que hayan sido lanzadas desde cierta distancia.

- Además, también dice el informe que, al menos en la bomba que se estudió, aunque todos los elementos estaban presentes (pólvora, cebo y multiplicador) el cebo estaba metido dentro del multiplicador, y permanecía intacto, sin haber sido alcanzado por la deflagración de la pólvora. (ver croquis)

- El informe desestima otras explicaciones que se han planteado (que el artefacto careciese de espoleta, por ejemplo); al menos en la única bomba estudiada.

Por supuesto, queda descartada (existiendo otras posibilidades más verosímiles) cualquier explicación sobrenatural. La misma Iglesia Católica dice que "nunca defendió el milagro oficialmente". Quizás sea cierto, pero se apuntó encantada a la Cruzada de Franco, y se dejó arrullar por la propaganda y beneficiar por múltiples prebendas.

Quedan, aún así, puntos oscuros, como ¿por qué un piloto experimentados como Gayoso volaba tan bajo? ¿No sabía que llevaba una bomba “de altura”, o no quería dañar el templo? ¿El mal montaje de la bomba fue intencionado (sabotaje) o producto de la impericia?

A la segunda de las cuestiones no podemos responder; pero, respecto a la primera, puedo dar mi opinión: Gayoso (y su jefe también) eran aviadores militares experimentados. Resulta improbable que no supieran qué tipo de bombas llevaban. Y, dado que Zaragoza no contaba por entonces con defensas antiaéreas, no había ninguna necesidad de volar bajo ni bombardear de noche. Lo más probable es que no se pretendiera causar daños personales ni destrucción de muchos edificios, sino simplemente causar un daño psicológico en la moral de la población. Por ello, posiblemente, se decidió atacar de madrugada y a baja altura: para evitar daños entre los fieles del templo o que, lanzada desde 500 metros, una bomba se desviase y cayese sobre el Casco Viejo de Zaragoza, causando una masacre.

Si se perseguía eso, un daño psicológico, el cálculo fue completamente erróneo: la propaganda de los sublevados aprovechó el hecho de que no explotaran las bombas para lanzar una campaña de “Cruzada8 que contaba con el apoyo divino;9 10 y, lo peor, los católicos de toda España (no sólo de Aragón) se tomaron el ataque como un “ultraje de los rojos a la Iglesia” y exigieron venganza (en Zaragoza, una manifestación como nunca se había visto); la represión aumentó a límites inconcebibles incluso para España: en Zaragoza, basta consultar las hemerotecas para ver que, tras el 3 de Agosto, aumentaron los Consejos de Guerra y los fusilamientos, que no cesaron incluso hasta después del final de la guerra; hasta el punto de asombrar a los historiadores (“Zaragoza había estado siempre del bando de los rebeldes; ¿cómo podía haber aún tantos progubernamentales”).

Por entonces se creía en el poder psicológico devastador de los bombardeos, que podrían llevar a los civiles a exigir a sus gobernantes la paz. Fue años después, en la II Guerra Mundial, cuando se demostró que las poblaciones bombardeadas, (Inglaterra en 1940-41; Alemania en 1942-45; Japón en 1943-45) no pedían la paz, sino venganza.11

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