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Ayuso, Abascal y la apología del genocidio

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Una de las ideas más abyectas que pueden concebirse, es la de que todas las vidas humanas no valen lo mismo. Inspiró a los nazis, inspiró a los colonialistas en relación con indios, negros o amarillos, e inspira hoy a Abascal y Ayuso cuando hablan del genocidio en Palestina. Si un cohete artesanal de Hamas cae en Tel Aviv y rompe una uña a un colono, es un crimen contra la humanidad. Si el ejército sionista bombardea masiva e indiscriminadamente una manzana superpoblada porque entre sus 1000 vecinos hay un miembro de Hamas (o simplemente para quitar palestinos de en medio y "animarles" a dejar Gaza para que la ocupen sus colonos) y asesina a 100 civiles palestinos, es autodefensa legítima.

Aparte de la repugnancia moral que provoca esta forma de ver las cosas (basada en el supremacismo blanco judeo-cristiano, el racismo y la islamofobia), sus propios defensores deberían darse cuenta de lo tremendamente peligrosa que resulta para los intereses occidentales, y no sólo porque cuando tratas a alguien como si su vida no valiera nada, le estás invitando a que haga lo mismo contigo.

En un mundo donde las grandes potencias están cada vez más igualadas y las dictaduras rusa y china pretenden expandirse al máximo (en el caso de la rusa usando además medios militares para ello), la legitimidad moral de Occidente es clave para seducir a los países africanos y asiáticos que resultan decisivos para asegurar una correlación de fuerzas donde Putin y Xi no sean los reyes del mambo. Y esa legitimidad moral se rompe cuando se asumen discursos dignos de Hitler o de las autoridades coloniales belgas del siglo XIX.

EEUU, con su ley del más fuerte, su epidemia del fentanilo surgida del soborno a las autoridades sanitarias por las grandes farmacéuticas y su lógica descarnada del tanto tienes tanto vales (hasta el punto de que si no tienes para pagarte una operación de corazón te mueres) nunca ha tenido legitimidad moral de ningún tipo. Pero Europa debería ser otra cosa. Si apoyamos a muerte al pueblo ucraniano, también deberíamos hacerlo con el pueblo palestino. Incluso militarmente. La mera amenaza bastaría para que el carnicero de Rafah retirara sus tropas de allí, porque es una bestia sanguinaria pero ante todo es realista, y se pondría de rodillas en cuanto sintiese que alguien de su tamaño está dispuesto a plantarle cara, lo cual jamás ha sucedido en la historia de Israel y es la causa de que su ejército, muy bien armado, sea un desastre a nivel táctico y de técnicas de combate. Es lo que sucede cuando, en los últimos 50 años, no has hecho nada distinto de ametrallar a niños que tiran piedras.

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