La "apropiación" de Egipto por los británicos en el siglo XIX (II)
El mismo 23 de Junio, al poco tiempo de iniciarse la conferencia, el Sultán despachó a su Secretario, Reshid Bey, que propuso en su nombre al embajador británico (Lord Dufferin) la cesión a los británicos del control y la administración de Egipto, reteniendo nominalmente la soberanía. El astuto Sultán mantenía al margen a los franceses; posiblemente para una vez suprimida la revuelta, enfrentar a ambas potencias europeas y ver restaurado su control sobre Egipto.
Lord Dufferin, en nombre de su Gobierno, rechazó la oferta, e hizo saber a Reshid Bey que Gran Bretaña no aceptaría tomar el control de Egipto “aunque se le ofreciera como un regalo y todas las potencias europeas estuvieran de acuerdo”. Su único interés recalcó es el mantenimiento de los derechos del Sultán y el statu quo.
La respuesta definitiva del Gobierno Británico llegó al día siguiente. Gladstone y Lord Granville (Secretario de Asuntos Exteriores) informaban que Gran Bretaña no deseaba tomar el control de Egipto y sugerían “que el Sultán enviase tropas en apoyo del Khedive para restaurar la normalidad”.
Pero el Sultán no quiso o no se atrevió a mandar tropas contra 'Urabi. Incluso cuando, al término de la conferencia internacional -el 6 de Julio- se le invitó oficialmente a enviar fuerzas, con soporte diplomático de las potencias europeas, Abdul Hamid II rehusó.
Mientras tanto, la flota anglofrancesa seguía anclada en el puerto de Alejandría. Los hombres de 'Urabi empezaron a reforzar y armar con cañones las fortificaciones del puerto. El almirante Lord Seymour –que temía que los egipcios atraparan la flota en el puerto y la destruyeran- dirigió un ultimátum a las tropas de 'Urabi exigiéndoles el cese de los preparativos militares. Ante el desmentido de 'Urabi de estar reforzando las defensas, los británicos iniciaron un bombardeo de unas diez horas, hasta que silenciaron las baterías que defendían Alejandría 7. La acción causó unos 700 muertos entre los egipcios, por sólo 6 entre los ingleses.
Gladstone volvió a invitar al Sultán a enviar tropas a Egipto para restaurar el orden, aprovechando que los seguidores de Ahmed 'Urabi estaban desorganizados. Nuevamente, Abdul Hamid prefirió dar largas al asunto8. De hecho, durante dos meses continuó inactivo, sin apoyar ni condenar resueltamente a ninguno de los dos bandos en conflicto.
Porque, tras el bombardeo de Alejandria, Tawfiq se sintió lo suficientemente respaldado como para declarar a ‘Urabi como rebelde y desposeerle de todos sus cargos; por su parte, ‘Urabi consiguió una proclamación de Fatwa de los sheikhs de El Cairo, condenando a Tawfiq como traidor a su patria y al Islam, y absolviendo a quienes participaran en la guerra contra él. ‘Urabi también declaró la guerra total al Reino Unido, y decretó el reclutamiento obligatorio.
A los británicos, una vez enredados en el lío egipcio, no les quedaban muchas más opciones que derrotar a Ahmed ‘Urabi. Entre agosto y septiembre de 1882 exploraron las posibilidades de llegar a El Cairo y, viendo la dificultad de un ataque frontal y la inacción del Sultán9, los británicos desembarcaron en Ismailía, derrotaron a las tropas de ‘Urabi en Tell El Kebir el 13 de Septiembre, y entraron en El Cairo, desguarnecido tras la derrota.
En Istanbul, mientras tanto, el Sultán seguía navegando entre dos aguas. El 3 de Septiembre se decidió a condenar la revuelta y firmar un nuevo tratado anglo-turco que reconocía la soberanía del Sultan sobre Egipto sin restricciones. Abdul Hamid II convocó para el día 15 al embajador británico, Lord Dufferin, para negociar sobre las últimas modificaciones a introducir antes de la firma del convenio. Sin embargo, tras largas horas de regateo, sobre las dos de la mañana del día 16, el Sultán les hizo despedir con una nota que decía que “no se podía llegar a un acuerdo, y eran necesarias más negociaciones”.10
Aquella noche, cuando Lord Dufefrin regresó a la Embajada, encontró un mensaje en el que Lord Granville le informaba de la victoria británica en Tell el-Kebir, y que la rebelión podía darse por derrotada. Por lo tanto, instruía al Embajador –con un puntillo de mala leche- que podía informar al Sultán de que sus tropas no eran necesarias.
Sin embargo, Gladstone declaró -el 14 de Septiembre- que el Gobierno británico proclamaba su intención de retirarse tan pronto como fuera posible de Egipto.11 El Sultán seguiría siendo el soberano de Egipto y cobrando los tributos a que tuviera derecho, pero el Reino Unido se reservaba el derecho a nombrar el Khedive de Egipto, modernizar las tropas y la administración del país mientras fuera necesario.
El Sultán perdió su última oportunidad de retener Egipto el 15 de Septiembre de 1882. Pero la causa fundamental no fue el imperialismo británico, sino el doble juego del Sultán, empeñado en que otros salvasen su Imperio sin coste para él.