Los antisemitas repiten la experiencia del Gueto de Varsovia
Una jauría de bestias humanas decide arrasar hasta los cimientos un reducto de territorio superpoblado en el que encapsuló a cientos de miles de hombres, mujeres y niños de origen semita para robarles todo lo que tenían y condenarles a malvivir en condiciones inhumanas. La excusa usada por la jauría para este genocidio es que una parte de los semitas les atacaron desde el reducto y eso les da derecho a imponer un castigo colectivo de magnitudes monstruosas, que implica un asedio medieval (bloqueo de agua, alimentos, combustible, medicinas...), el bombardeo masivo de las casas donde se hacinan los civiles semitas porque "algún insurgente habrá entre ellos", la destrucción de los pocos centros médicos de los que disponían...en el fondo, la jauría está usando ese ataque como excusa para llevar a cabo su viejo proyecto de erradicación total de los semitas, un proyecto basado en su ideología supremacista según la cual ellos son la raza elegida y, por tal causa, gozan del privilegio de erradicar a los subhumanos que se interpongan en su camino. La extrema derecha, a nivel mundial, aplaude este ataque por su odio visceral a los semitas.
La anterior descripción es válida para ilustrar la masacre nazi en el Gueto de Varsovia y la masacre sionista actualmente en curso dentro de Gaza (porque, aunque los asesinos que gobiernan Israel nos consideren a todos idiotas, muchos sabemos que los árabes son tan semitas como ellos, y que sus burdas acusaciones de antisemitismo contra quienes condenamos sus crímenes son lógicamente insostenibles y tan abyectas como las acusaciones de "rusofobia" que Putin dirige hacia quien condena la invasión de Ucrania). Los genocidas supremacistas que gobiernan Israel ya han asesinado a 15000 palestinos, mas de 6000 de ellos niños y la amplia mayoría civiles, y pretenden continuar su limpieza étnica en cuanto acabe la tregua en curso. La única forma de pararles es hacerles ver que sufrirán perjuicios lo suficientemente graves como para que desistan de sus planes, pues para ellos la vida de un árabe no vale nada. Los ataques de Hizbolá, los houthíes y las guerrillas iraquíes están ayudando en ese sentido, pero desde luego no es el camino ideal: lo justo, legal y decente sería que la comunidad internacional sometiese a Israel a un aislamiento y paquete de sanciones draconiano que les obligase a desistir y, de paso, retirarse de los territorios palestinos ilegalmente ocupados. Y si eso falla, mandar una coalición internacional para obligarles militarmente. Pero, por desgracia, no podemos contar con ello.
Vivimos en un orden internacional basado en la hipocresía más obscena, cuya máxima es "si los míos asesinan a miles de niños inocentes o invaden países para robar sus recursos o imponer gobiernos títeres, está bien hecho y ni siquiera me molestaré en buscar excusas mínimamente elaboradas para justificarles, pues soy una superpotencia y mis amigos tienen carta blanca para cometer cualquier crimen", Esto da lugar a un estado de cosas ciertamente diabólico, en el que la legitimidad moral de EEUU para condenar la invasión de Ucrania por la dictadura rusa es inexistente porque ampara a un régimen supremacista y criminal como el sionista, y la legitimidad moral de Rusia para condenar a Israel también es nula por cuanto Putin no sólo viola los derechos humanos de sus ciudadanos, sino que intenta expandir por la fuerza su imperio invadiendo naciones que quieren verse libre de su yugo y sosteniendo dictaduras brutales en África y Oriente. El resultado es, sin más, la ley de la selva: el fuerte masacra al débil (y se siente legitimado para ello porque otros hacen lo mismo) en su ámbito de influencia geopolítica sin que exista autoridad alguna capaz de ponerle en su sitio.
Me habría gustado que el Gobierno de España hubiese sido más contundente en su reunión con el nuevo Hitler que preside Israel, y que hubiese anunciado la ruptura de relaciones diplomáticas con esa banda de asesinos. Pero debo admitir que su reacción al genocidio en Gaza es la más valiente de la UE, y la más cercana a la máxima suprema que debería regir el orden internacional: nadie puede violar los derechos humanos ni el Derecho Internacional, independientemente de su religión, color de piel o amigos poderosos. Civilización frente a la barbarie que, como en los años 40 del siglo pasado, volvemos a observar jaleada por una extrema derecha que, como entonces, disfruta viendo el exterminio de seres humanos a los que odia con todas sus fuerzas por su raza y credo (por supuesto, si los palestinos fuesen rubios y católicos, Vox y demás basura política estarían pidiendo una intervención militar internacional para detener el exterminio de los gazatíes).