En el corazón de Israel, en una cueva olvidada por el tiempo, un equipo de arqueólogos ha destapado un capítulo fascinante de la prehistoria humana. Lo que parecía un simple yacimiento del Paleolítico medio se ha convertido en una de las piezas clave para entender cómo Homo sapiens y neandertales no solo coexistieron, sino que compartieron costumbres, tecnología y posiblemente creencias. Los hallazgos en la cueva de Tinshemet ofrecen la primera evidencia clara de interacción cultural entre estos dos grupos humanos en una época en la que el mundo era un lugar mucho más hostil y fragmentado.
No se trata solo de herramientas líticas o restos óseos dispersos. Aquí, los investigadores han encontrado algo que cambia nuestra perspectiva sobre la relación entre estas especies: enterramientos intencionados, el uso de pigmentos minerales como el ocre en posibles rituales y un patrón tecnológico común en la fabricación de herramientas. Todo indica que los neandertales y los primeros Homo sapiens en la región del Levante no eran simplemente vecinos distantes, sino que, de alguna manera, compartían una forma de vida.
Cueva de Tinshemet: una cápsula del tiempo del Paleolítico medio
La cueva de Tinshemet, en el centro de Israel, ha permanecido intacta durante más de 100.000 años. Sus cámaras internas han preservado no solo huesos humanos, sino también un registro detallado de cómo vivían aquellos antiguos habitantes. En un periodo en el que la humanidad aún no había dado el gran salto fuera de África en su totalidad, el Levante funcionaba como un puente entre continentes, un punto de encuentro natural para distintas poblaciones humanas.
Los restos encontrados en Tinshemet han permitido a los investigadores reconstruir con asombroso detalle la vida de estos grupos. La evidencia sugiere que no había una separación clara entre neandertales y Homo sapiens en sus formas de habitar la región. Ambos grupos utilizaban la misma tecnología de talla lítica, la técnica Levallois, que permitía fabricar herramientas con gran precisión. Pero lo más sorprendente no es la coincidencia tecnológica, sino la existencia de enterramientos humanos en la cueva, algo que hasta ahora se había documentado principalmente en yacimientos neandertales más recientes.

Los primeros rituales funerarios compartidos
El hallazgo de cinco enterramientos en la cueva es quizás la mayor revelación de la excavación. Hasta ahora, la idea predominante era que los neandertales habían desarrollado sus propios rituales funerarios, pero que los Homo sapiens, con su evolución cognitiva más avanzada, fueron los responsables de darles un verdadero significado simbólico. Sin embargo, en Tinshemet Cave, la línea entre ambas especies se difumina.
Los cuerpos encontrados estaban en posición fetal, una práctica común en los primeros enterramientos humanos, y acompañados de pigmentos de ocre rojo. El uso del ocre en contextos funerarios es una evidencia temprana de pensamiento simbólico, un rasgo que hasta ahora se consideraba exclusivo de nuestra especie. ¿Significa esto que los neandertales también poseían un sentido ritual similar? ¿O es posible que, en este punto del Levante, ya se estuviera produciendo un intercambio de ideas y creencias entre estos grupos humanos?
El descubrimiento plantea preguntas aún más profundas: si ambas especies estaban compartiendo prácticas funerarias, ¿qué otras influencias culturales pudieron intercambiar? ¿Compartieron lenguaje o sistemas de comunicación rudimentarios? Si el contacto entre Homo sapiens y neandertales fue lo suficientemente estrecho como para adoptar rituales comunes, entonces la distancia entre ambos es mucho menor de lo que se pensaba.

Más que supervivencia: cultura, arte y cooperación
La idea de que los primeros Homo sapiens y los neandertales eran grupos separados, cada uno con su propio desarrollo evolutivo aislado, se tambalea con cada nuevo descubrimiento arqueológico. La cueva de Tinshemet sugiere que no solo se cruzaron en el tiempo y el espacio, sino que posiblemente construyeron una relación más profunda basada en el intercambio cultural.
El análisis de los restos sugiere que estos grupos no eran simplemente competidores por recursos, sino que posiblemente colaboraban en estrategias de caza, construcción de herramientas e incluso en la creación de estructuras simbólicas. La existencia de herramientas de piedra en el sitio indica que no se trata de un asentamiento pasajero, sino de un lugar de importancia recurrente para ambas especies.
Si bien aún no se ha confirmado si los individuos encontrados en la cueva eran híbridos de Homo sapiens y neandertales, los datos genéticos futuros podrían revelar más detalles sobre la convivencia entre estos grupos. Lo cierto es que la cueva de Tinshemet desafía las viejas narrativas sobre la evolución humana y refuerza la idea de que la interacción entre distintas poblaciones fue clave en el desarrollo de las sociedades primitivas.

El Levante, un crisol de la evolución humana
El Levante ha sido históricamente un punto de encuentro de civilizaciones. En el Paleolítico mdio, hace más de 100.000 años, este papel ya estaba definido. Los cambios climáticos de la época permitieron una mayor expansión de los grupos humanos en la región, favoreciendo el contacto entre poblaciones que, en otras partes del mundo, podrían haber permanecido aisladas.
Este cruce de caminos no solo facilitó la dispersión de nuestra especie hacia Eurasia, sino que pudo haber servido como un laboratorio natural para la evolución cultural y social. Sin duda alguna, esta cueva es un testimonio de cómo el contacto entre especies humanas distintas pudo haber sido un factor decisivo en la aparición de los comportamientos complejos que hoy nos definen.
Mientras continúan las excavaciones, los arqueólogos esperan descubrir más detalles sobre cómo vivieron estos antiguos humanos y cómo influyeron unos en otros. Si algo ha quedado claro con este hallazgo, es que la historia de nuestra especie es mucho más entrelazada de lo que imaginábamos.
Referencias
- Zaidner, Y., Prévost, M., Shahack-Gross, R. et al. Evidence from Tinshemet Cave in Israel suggests behavioural uniformity across Homo groups in the Levantine mid-Middle Palaeolithic circa 130,000–80,000 years ago. Nat Hum Behav (2025). DOI:10.1038/s41562-025-02110-y